Ya es muy tarde, acabo de llegar de otro cumpleaños. Estoy medio molida por todas las vueltas que hemos dado. Al centro por una olla, al mercado por la carne, a la tienda por complementos. Mi mamá ya puso manos a la obra. Hasta aquí empieza a llegar el olor a pozole.
Me costó trabajo, pero ya tengo lo que van a regalar los 12 luchadores de plástico que eché en mi piñata. A ver quién se los lleva. También están listos los paneles que van a decorar la sala. El arquitecto y yo estuvimos chambeando en ellos hasta las 3 de la mañana de ayer. Ahora solo falta montarlos.
No he hecho el mouse, ni el agua de horchata. Hay grandes cantidades de verduras por picar. La sala no está nada presentable; el piso está lleno de bolsas de mandado, los sillones fuera de su lugar y la mesa atiborradas de chuchería y media. A la cocina no me he querido asomar. El piso de arriba también parece un campo de batalla. Sería bueno que me durmiera. Pero sería mejor que me apurara, apagara la computadora para guardarla y desocupara esta mesa para tener más espacio dónde comer mañana. Mmmh... sí, comer. Ya me dió hambre, toda la casa huele delicioso.
Ya me voy. Ojalá mi mamá me deja probar aunque sea el caldito.
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2 comentarios:
Cuando es mi cumpleaños, se desata una guerra fria entre mi madre y mi abuela.
Quien me va a cocinar?
los ultimos tres años, no lo negare, he optado por hacer trampa y dejo que sean ellas las que se organicen. Nunca es conveniente quedar mal con una abuela favorita de la cual sospechas la fuerza para romperte una cuchara de madera en el lomo con facilidad y menos con una madre que puede poner veneno en tu comida u_u.
Espero que este año se de una tregua. O al menos tener la distancia como para no resultar lastimado en uno de estos sordos y terribles combates
¿Tregua? ¿Entre dos mujeres que tratan de halagar al mismo hombre? Nah, eso no existe.
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