lunes, septiembre 25, 2006

A escena

El fin de semana vi "Susana y los jóvenes" de Jorge Ibargüengoitia en el teatro El Galeón. En cuanto supe que iban a montarla me propuse verla. Ibargüengoitia es uno de mis escritores favoritos.

Debo decir que "Susana..." se aleja bastante del resto de las obras que le conozco al autor. No en balde se trata de su opera prima, escrita nomás para pasar el semestre. Se trata de una comedia casera, de clase media. Susana es una hija de familia que tiene que escoger entre el pretendiente que le conviene y el que se le antoja. La acción se desarrolla en los cincuentas, época en que esta ciudad era de veras otra: la Roma era una colonia popular y la Facultad de Ingeniería organizaba tés, no borracheras.

Estuve a gusto desde que entré al teatro. El Galeón tiene cuatro escenarios y unas gradas que pueden (supongo) dirigirse hacia cada uno de ellos. La escenografía fue impecable y evocativa: Sagrado Corazón con lucecitas que parpadean y carpetitas tejidas en los brazos del sillón y las mesitas. Al inicio de la obra sentí que los diálogos estaban un poco gritados, pero después todos fuimos agarrando ritmo. El triángulo se forma con una Susana odiosa y mimada sin nada que hacer realmente, un Alfredo correctísimo que sabe cómo va a ser su vida los próximos treinta años y un Tacubaya confuso y sin vocación que no encaja en ningún lugar. El resto de los personajes tienen sus momentos pero son sólo la constelación de la casa de Susana. Aunque no hay que perder de vista a Isadora, la sirvienta. No dice una sola palabra pero ni falta que le hace, es vaciadísima.

Durante 120 minutos estuve viendo una situación aparentemente simple, pero que aborda dos de mis conflictos cotidianos: el temor a descubrir que la vida es poco más que una sucesión de días en los que te levantas y te vas al trabajo y el miedo a reconocer nuestros verdaderos deseos y motivaciones.

El final es bueno. Susana hace lo mejor posible: se escoge a sí misma.

domingo, septiembre 24, 2006

Crisis doméstica (Mamá: no lo leas, en serio)

Anoche me acosté temprano pero medio madreada, así que, como casi todas las mañanas, hoy me costó trabajo despertarme. Ya había yo logrado sentarme sobre la cama y me estaba poniendo los pants para salir a correr cuando eché una mirada alrededor y pensé "Qué raro que haya un zapato junto a la puerta, si ayer levanté más o menos todo". Somnolienta como estaba, no le di más importancia, pero cuando me puse los lentes casi llego al techo de la impresión: era una rata (tamaño zapato, huelga decir). Una maldita rata en la puerta de mi cuarto, ya muerta pero con aspecto de estar durmiendo en santa paz y yo todavía sin la base de mi cama, acostada a solo 35 centímetro del suelo. La idea todavía me da escalofríos.

Si no son tolerantes a estos asuntos nauseabundos no sigan leyendo, porque no hemos llegado a lo peor. Cuando por fin me animé a pasarle a un lado al cadaver me fui al piso de abajo para poner tierra de por medio. Cual fue mi horror el encotrar la ración de guisado que dejé sobre la estufa ya sin la pieza de carne pero con lo demás prácticamente intacto. ¡Oh, por dios! La repugnancia derivo en coraje y me puse a patear el sillón para ver si así dejaba de imaginar dónde más había estado merodeando el maldito animal ese sin dejar rastro perceptible. Además, ¿cómo trepó el metro y diez que la estufa tiene de altura?, ¿como demonios acabó en el segundo piso?, ¿trepan o brincan?, ¿por qué no se quedan a ras de suelo, caramba?

Después del horror, las cuestiones prácticas: ¿por dónde entró? La puerta de la entrada no tiene rendijas (mucho menos de ese tamaño), el desagüe de la zotehuela tiene una piedra encima y la coladera una reja. La única opción es que haya entrado por la zotehuela, sí, pero desde a-rri-ba. Que se haya venido por la canaleta para la lluvia que hay entre el departamento y el antro, que de allí se haya pasado a mi barda, de mi barda a la zotehuela y de la zotehuela a mis pesadillas. Es lo más racional que se me ocurre aunque mi vecino cree plausible que haya entrado a través del vidrio roto de la ventana del baño que está en el segundo piso. Ay, nanita, qué espanto.

Mi vecino también tuvo a bien contarme historias de horror. Me las pasé por morbo y porque me ayudó a poner una malla de alambre que evitará futuras filtraciones indeseables. Dice que ya van varias personas en el edificio que sufren del mismo mal. Con todo y que él vive en el tercer piso ya tuvo que matar a su propia inquilina la semana pasada. Su hijo la descubrió trepando por la cortina del baño, escondiéndose entre el papel de baño y jalando una toalla para hacerse su casita, dixit. Según él, esta invasión se debe a que están tirando el edificio que fue la Ferretería Hermanos Gómez (Eje Central y Matamoros) para hacer departamentos. El lugar es enorme y llevaba abandonado bastante tiempo. No me quiero imaginar el tamaño de la población de roedores que estaban allí dentro, pero mi vecino dice que los gatos amanecen muertos.

Pero no aquí. José está vivo. José me ha salvado. José es mi héroe. Y como premio se zampó una lata de whiskas enterita.

sábado, septiembre 23, 2006

¡Auxilio!

De un tiempo para acá sentía que la edad de los vicios ya se me había pasado. No tomo, no fumo, no uso drogas, no prendo la tele , no me gusta comprar ropa, no colecciono nada, me truenan los huesos (pero es involuntario), no tengo tics, no soy comedora compulsiva, ya no duermo tanto, ni siquiera me muerdo las uñas, caramba.

Me creía pues, a salvo de los vicios. Sin embargo, ahora conjugo el verbo creer en pretérito por culpa de mi tío Armando (típico del vicioso, le echa la culpa a otros). Mi vicio es el juego. Hace unas semanas mis tíos me estaban dando un aventón a casa cuando mi tío mencionó el Sudoku. Debo confesar que no le puse toda mi atención porque mi tía, novel del volante, estaba cambiando de carril y yo, nomás por no dejar, quería ver si no nos íbamos a estampar. Decidí esperar a que el periódico indicado cayera en mis manos de manera fortuita para ver mero de qué se trataba, pero unos días después se me ocurrió buscarlos en la red. Encontré uno, lo puse en una hojita de excel, le di formato a mi cuadriculita, me hice unos comanditos para ver automáticamente la lista de números faltantes por columna y por línea, lo resolví y ahí se amoló la cosa. Me encantó.

En papel los he resuelto en el metro, en la cama, en el parque, en clase de Análisis Multivariado y mientras hablo por teléfono. Cuando estoy frente a la computadora es peor, siempre me digo "Después de este empiezo la tarea". Hace rato me puse un pasón: cuando escribí el post anterior (hace como 8 horas) bajé unos cuantos, p'al fin de semana. ¡No he hecho otra maldita cosa en todo el día! Bajé 2 "normales" y media docena de "muy difíciles", para que me duraran. Ya me los eché todos. Con todo y que me estaba doliendo la cabeza no me levanté hasta que los acabé. Me dormí un ratito, me hice de comer, me vine al estudio muy resuelta a hacer la tarea y de inmediato pensé "¿y si bajo otros?".

Mentí, todavía estoy para vicios.

:::

P.D. Esta es para geeks. Si ponen "smoking" y "drinking" en Google Sets, se van a morir de la risa con el último de la lista.

Variopinto

Dentro de mí hay muchísimas cosas que quisiera no ver: tristezas, debilidades, miedos, contradicciones, dolor, odio, soledad, humillación.

¡¿Y qué?! Si alguien mira para adentro y no encuentra nada de eso, ya puede saltar por la ventana y esperar que su nave nodriza lo teletransporte y lo salve del madrazo: es un marciano. Yo no. No soy perfecta, no soy de acero. Si me hieren, sangro. Sé que por mucho tiempo he estado tratando de convencerme de lo contrario, pero no funciona. Creí que era buena estrategia de autocuidado, pero es mentira: no sirve de nada. Lo bueno es que ahora sé eso.

Y también tengo cosas buenas. Cantidad. Pero no los voy a aburrir con esa parte.

viernes, septiembre 22, 2006

Estás loco

Nunca has rezado por mí, eres frágil, temperamental, te crees omnisciente. Pero no hay nada que puedas arrebatarme. Puedes seguir bailando en la disco de cualquier lugar.


Lo regalado es mío y se acabó, no lo devuelvo...

miércoles, septiembre 13, 2006

Happiness

El otro día contesté el teléfono:

- ¿Bueno?
- Hola, mi amor.
- ¿Quién habla?
- Ah, perdón. Me equivoqué de número. Estaba marcando para lo de un trabajo, pero no importa. Me llamo Ricardo, ¿Te molestó que te dijera mi amor? Porque fíjate que a mí me gustaría que...

Pensé en Philip Seymour Hoffman pegando una postal en la pared. De inmediato colgué.

lunes, septiembre 11, 2006

Repaso

Tengo el corazón entumido, fuera de práctica. Cubierto de moho y oculto debajo de un montón de escombros. Se comporta como esos animalillos que huyen de la luz y excavan y excavan para hundirse cada vez más. Es un cobarde.

¿Por qué desconfío de las mujeres altas? ¿Por qué me agradan los hombres de manos alargadas? Manos como las de mi padre, al que vi por última vez hace ya tantos años. ¿Cómo es reír como una niña? No lo recuerdo y sé que alguna vez lo hice. Reír, volar, estar en el aire girando y sintiendo la brisa corriendo entre mi cabello, revolviéndolo. ¿Hace cuánto murió? ¿Hace cuánto lo enterré?

Sé que debieron existir días así, días de mirar mis manos e imaginar mundos extraños sin fin, lejanos y bellos por los que podía caminar con solo desearlo. Mis manos, tan ajenas a mí, casi con vida propia. Solo tenía que dejarme llevar un poco por ellas para empezar a construir, a tocar, a sentir a través suyo el mundo allá afuera, el mundo aquí dentro. Podía estar así largo rato, ensimismada, pensando, sintiendo, reconociéndome. ¿Son estos los recuerdos de otro? No, espero que no.

¿Cuándo dejaré de huir? ¿Cuándo dominaré ese pavor al abandono? No tengo miedo a romperme, temo que cuando vaya a juntar los pedazos no encuentre ninguno, tengo miedo a disolverme y perderme en el infinito, sin forma, sin peso, sin luz.

Quizá hoy me detenga y lo intente, quizá la sonrisa que devolví hoy no me haga daño. Quizá este calor que siento en el pecho no desaparezca mañana, quizá las lágrimas tengan esta vez otro sabor.

domingo, septiembre 10, 2006

Frente al espejo

Los escritores cuentan con el relato autobiográfico; los pintores tienen el autorretrato. La opción de escultores, fotógrafos, cineastas es también natural.

Pero, ¿y los músicos?

sábado, septiembre 09, 2006

Solaris

Si estuviera allí, yo misma vendría a hacerme compañía.

viernes, septiembre 08, 2006

Tres cuentos

Así se llama el último libro que terminé de leer. Son tres pequeñas historias autobiográficas sobre la infancia de Truman Capote. Están plagadas de belleza y armonía. Lo poco que dice sobre la relación con sus padres es el perfecto cimiento psicoanalítico para el modo en que el autor vivió sus últimos días. También podría explicar el esnobismo y glamour con el que buscó rodearse siendo un adulto, si se considera la miseria y aislamiento en la que pasó sus primeros años. Del origen de su genialidad indiscutible, ni pista.

jueves, septiembre 07, 2006

¡Pésimo!

Así estuvo el concierto de los Babasónicos anoche. No hay mejor palabra para describirlo. Debí presentirlo desde el retraso que hubo al inicio. Los primeros minutos pasaron sin problemas, incluso algunos asistentes que llegaron con retraso se felicitaban por no haberse perdido nada.

Cuando por fin subió el telón pudimos verlos en medio del escenario, estáticos, envueltos en unas túnicas color púrpura. Empezaron a tocar Ciegos por el diezmo y yo estaba feliz sintiendo como mi pecho vibraba con el sonido que traían. Era increible, distorsionado pero potente, igualito que en las tardeadas de la prepa. Cuando empezaron los acordes de Sin mi diablo, la emoción era insuperable, el público empezo a saltar y corear. Cuando todos gritamos emocionados "la verdad es que no soy nada sin mi diablo" empezó el desastre. No, Adrián no había hecho el silencio para dejar que su público estallara y las luces no se habían apagado para darle mayor dramatismo al momento: la subestación eléctrica del Auditorio se había rostizado.

De ahí ya no se pudieron levantar. Adrián se había largado del escenario haciendo un justificadísimo berrinche mientras todos, tecladista de la banda incluido, nos mirábamos perplejos. Cuando se reanudó el espectáculo el ambiente era tenso. Cierto que le estaban echando ganas pero la chispa se había disipado por completo.

Todas las rolas que tocaron fueron de sus tres últimos álbumes, excepto Corralcarraza del Trance Zomba. Traían unos arreglos con sonidos más bajos y percusiones más contundentes; sonoros y menos melódicos. Por mí no había bronca, aunque sí se extraño el sonido suavesón en Curtis. La iluminación era muy escueta, bastante inferior a la que trajeron la última vez al Metropolitan. La imagen en las pantallas era blanco y negro, con una fotografía que por momentos (y en el mejor de los casos) me hacía pensar en el Show de Ed Sullivan.

Insisto, todo fue cuesta abajo. Por más que Adrián brincaba, bailaba, jugaba con el pedestal del micrófono y demás, no se podía quitar la maldita cara de fastidio. No veía la hora de acabar. Hacia el final estaba francamente hostil con el público. Creo que no debió salir al encore (¿así se dice?) de tan mala gana. Y la verdad es que no se lo estabamos pidiendo ansiosamente. Si nadie se movió de su lugar fue por lo extendido del convencionalismo, se tenían que aventar unas rolas más.

Una de las ventajas de haber pagado 550 varos fueron ver a Diego Tuñon (en mallitas glam y toda la cosa) y a Mariano Roger tan de cerquita. Los dos (a la izquierda como siempre) están increíbles. La otra fue que tener a Anónimo junto a mí, viendo el concierto muy atento con las manitas metidas en los bolsillos. 15 segundos fatuos, los de seguridad se lo llevaron enseguida porque se nos venían encima una avalancha de chamaquitas.

Pero lo verdaderamente genial de la noche fue escuchar Irresponsable sin que mi corazoncito se inmutara.

martes, septiembre 05, 2006

Esta noche

Sobre la pierna derecha tengo un lunar, un moretón y un tatuaje.

lunes, septiembre 04, 2006

No hallo el modo

Necesito detenerme y pensarlo un poco. Es que mi administración del tiempo es en serio desastrosa. Veo cómo cada día se me escurre de las manos, como las horas pasan y se van prácticamente en vano. Casi extraño tener que cumplir con los horarios de la chamba (!¡). Creo que el principal problema es aún no he creado puntos de referencia. Antes era más fácil porque sabía que tenía que trabajar de 9 a 6, que los sábados y domingos eran para descansar y que las noches eran como cajitas donde poner los misceláneos. Ahora simplemente no sé. Mis fines de semana se han alargado y se desdibujaron sus funciones; pierdo el dinamismo anterior de las noches al saber que puedo alargarlas sin problemas (sí, cómo no); pero lo peor son las mañanas, ¡¿dónde están?!

Además el ocio me hace sentir culpable. No puedo simplemente sentarme y leer. Cuando lo hago en el metro no hay conflicto porque no hay más nada que hacer. Es más, me da la satisfacción adicional de saber que hago dos cosas a la vez: viajar y leer. Con mis obligaciones no me comporto mejor: hoy terminé la tarea de Metodología al cuarto para la hora.

Lo dicho, creo que todo es falta de referentes. Espero crearlos pronto y dedicarme a cuestiones menos pavotas, pero que conserven la simplicidad de los clásicos. Por lo pronto, hoy me iré a dormir temprano.

sábado, septiembre 02, 2006

Sin duda

Ayer corrieron el vino, las risas, los abrazos, las bromas, las lágrimas, las historias, la vida.

Los amigos son lo mejor.