viernes, agosto 31, 2007

Qué día

Hoy me dejaron plantada 2 dos 2 veces. Sí, 2 veces. Lamentablemente a las dos citas llegué temprano y la espera me pareció aun peor. Eso de ser puntual no es redituable, caray. Mi celular se quedó sin pila, así que tampoco hubo manera de que me avisaran qué estaba pasando. Acabé comiendo enfurruñada y me quedé sin ir al billar. Y yo que estaba feliz por tener magníficamente acomodada mi tarde de viernes. Diablos. Diablos y más diablos.

Lo que hizo menos terrible todo el asunto fue que primero estuve leyendo a Kafka y luego me topé con la versión original de Yambalalón y sus siete perros de Juan Villoro. Ese cuento era mi delicia cuando yo era niña. La versión que había en mi casa y que todavía debe seguir por ahí era la de Novelas Ilustradas.

Esa edición tipo libro vaquero de los años ochenta que intentaba poner al alcance de todos las obras cumbre de la literatura mexicana era un total acierto. A mí me encantaban y los leía y releía muy divertida. Los que más claramente recuerdo, además de Yambalalón y sus siete perros, son Se llevaron el cañon para Bachimba de Rafael F. Muñoz y El teniente de los gavilanes de Rafael de Zayas Enríquez. De La rebelión de los colgados de Bruno Traven no estoy segura, mi hermano se acordará, y había varios más. También me enteré de algunas partes de El periquillo sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi y de Monja, casada, virgen y mártir de Vicente Riva Palacio, pero nunca las leí completas porque sólo venía un pedazo en cada librito y nunca tuvimos todos.

Pero el de Villoro era el fovorito indiscutible. Un niño de 6 años se sumerge en la tina todas las tardes e inventa una historia en la que sus pies, a los que llama Víctor y Pablo, son los héroes que persiguen a Yambalalón, que junto a su terrible banda se dedica a asaltar el Banco Central. Sin embargo a la gente a quien se la cuenta le parece ridícula y el rechazo que más le duele es el de Víctor, su admirado compañero de escuela. Por eso, en un arranque de coraje, hace que Yambalalón decapite a sus héroes y les de sus cabezas de comer a los perros.

Debo haber leído esa historia cientos de veces. Hoy al leer su versión original vinieron a mi memoria cada uno de los dibujos con los que lo ilustraron, caí en la cuenta de que habían dejado el texto prácticamente íntegro y el conjunto entre presente y pasado me pareció maravilloso. Fue un excelente recuerdo de las tardes tranquilas en Cuautla, de los tiempos en que todo era sencillo. En aquel entonces mi hermano y yo nos turnábamos para ir a comprar krankis a la tienda, uno de mis primos vendía papalotes hechos con varas de carrizo y jugábamos beisbol en la esquina. Eran buenos aquellos días.

¿Por qué empecé todo esto? Ah, sí. Porque hoy me dejaron plantada 2 veces.

jueves, agosto 30, 2007

En las despedidas...

... mejor no mirar atrás.

miércoles, agosto 29, 2007

Oído al pasar

- ¿Qué onda, maestro? No que muy ocupado, que mucha chamba, que no sé qué y mire dónde lo vengo a encontrar. Jugando billar, con chelita y todo.

- Pues sí, mano, ya ves. Es que a veces uno tiene que despejarse.

- Eso que ni qué. La bronca es que yo nunca sé en qué ecuación estoy.

martes, agosto 28, 2007

Quién lo iba a decir

Hoy me diste una piedrita de colores. Dijiste algo sobre el gusano que ayer me echaste encima y me llenó de ronchas, pero no entendí. Después, cuando nos subimos al árbol, te gané la rama gordita, la que se balancea bonito. Lero, lero. Pero luego te desquitaste, me echaste arena en la ropa y tu mamá me tuvo que sacar el vestido para limpiármela toda. Creo que por eso me diste tu mermelada en la merienda. Mi mamá dice que ya no te voy a ver tan seguido porque tus papás consiguieron una casa más grande y van a irse.

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Qué tonto te has vuelto. La primera vez que te vi en la secundaria ni me saludaste. Te hiciste el loco y te fuiste con tus amigos. Baboso. Ahora andas con tu sonrisita estúpida todo el día y te sientes la gran cosa nomás porque eres güerito y las demás niñas se ríen de tus tonterías. Siempre andas presumiendo. En el recreo, en deportes, en los pasillos. Eres insoportable y he visto que te ríes de mí. Hoy te veías bien ridículo parado a la salida de la escuela con esa rosa fea en la mano. Yo ya sabía para quien era, para la tonta de Estela. Hacen buena pareja, es tan idiota como tú.

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Hace rato te encontramos cuando íbamos saliendo de la facultad. Yo no te reconocí pero mis amigas de inmediato te señalaron y empezaron a cuchichear: que Estela ya no aguanta vivir en tu casa, que los trabajos no te duran, que tu niño es enfermizo. Me quedé de una pieza. No tenía idea de lo que te había pasado. Me acuerdo que hubo cierto alboroto cuando salimos de tercer año, pero por esos días falleció mi abuelita y yo no me enteré realmente de nada. Sentí pena por tu situación, sin embargo, ahora somos nadie.

lunes, agosto 27, 2007

Leer y observar

La Perla de John Steinbeck es de esos libros cuya conclusión conoces recién adviertes el planteamiento. Sabes que el final te dejará triste, con un sentimiento de derrota quizá. Pese a todo, te dispones a leerlo. No tiene un lenguaje particularmente hermoso, no hay matices en su trama ni te transporta a un mundo desconocido. Entonces, ¿por qué continuar su lectura?

Al principio creí que a mí me motivaba el morbo. Que no me bastaba la certeza de que Kino, el protagonista, sufriría penas y humillaciones. Quería saber cuáles eran, quién las inflingía y de qué modo. Quería los detalles de la ruina que el hallazgo de la magnífica perla traería al pescador y a su pequeña familia. Interés malsano el mío, nada más.

Después creí que me movía la esperanza. Es cierto que a cada página deseé con todas mis fuerzas que algún golpe de suerte llegara en auxilio de este infortunado. Rogué por verlo liberado del torrente de desgracias que lo perseguían. Confié en que su suerte cambiaría, que la maldición se conjuraría por completo. Sabía que era en vano. Es por todos conocido que el hombre pobre que trata de oponerse a su destino acaba mal. Sus semejantes le volverán la espalda por envidia. Los más privilegiados no permitirán que se les acerque. Cualquiera querrá verlo destruido por lo que llamarán su ambición, aunque no sea más que el afán de no vivir en la miseria para siempre.

Solo cuando terminé de leer entendí porqué me había quedado hasta el final. La perla no es un relato, se trata en realidad de un cuadro. Y todo lo que hice fue contemplarlo largamente.

sábado, agosto 25, 2007

Soundscape

Tambuco se basta para hacernos pasar momentos memorables. El grupo nos recuerda magistralmente porqué, al principio, estuvieron las percusiones. Con su sencillez mecánica inherente, Tambuco puede despertar nuestro espíritu tribal, crear una atmósfera de sueño delirante o impregnarnos de júbilo carnavalesco.

Establecido pues que Tambuco es espectáculo suficiente, dada la calidad de su ensamble y la selección de su repertorio, situémoslos ahora en un escenario tan apretujado de instrumentos que uno más sería imposible, agreguemos un dibujante al centro cuyo lienzo se proyecta continuamente por encima de todos ellos y hagamos que los cinco ejecutan una serie de obras de manera coordinada. Tendremos una experiencia visual y auditiva completa.

Esta noche, mientras Kevork Mourad formaba paisajes, personajes o bellas abstracciones con pintura acrílica, Tambuco mostraba lo mejor de sí con un arrebato y precisión envidiables. Era cautivante el modo en que se desplazaban con precaución infinita para no provocar ningún ruido ajeno al montaje y el desborde con el que ejecutaban los que sí correspondían a él. En un momento, ensamble y artista intercambiaron papeles; éste pasó a golpear, aquellos a trazar. Pero el oficio rebasó al cuarteto, que de inmediato continuó la ejecución de la obra ya no con baquetas o escobillas sino con papel y lápiz. Mourad también dió sorpresas. En un momento determinado, después de haber llenado un círculo con pequeños trazos, permaneció quieto mientras alrededor de éste se formaban rayos que lo convirtieron en sol, luego pétalos que lo volvieron flor. Al final repitió la suerte de la animación. Esa mujer que delineó alta y serena cobró vida para bailar como quizá hubieramos querido hacerlo nosotros.

Sólo hubo dos cosas que lamentar en todo esto: que la funcion sólo haya durado una hora y que la Sala Miguel Covarrubias no haya llegado ni a un tercio de su capacidad. Ustedes se lo pierden.

miércoles, agosto 22, 2007

Duerme, mi amor

Si hay un momento que disfruto a tu lado, en el que te amo, en el que te adoro con toda mi alma es cuando te quedas dormido después de hacerme el amor. Amo ver cómo resistes el sopor, el cansancio, la pesadez de tus párpados para estar un poco más conmigo. Amo el modo en que acaricias mi cabello en los momentos en que estás a punto de rendirte. Amo el pequeño beso que me das en la frente, en los hombros a manera de tímida disculpa antes de dormir. Después te veo durante un rato sabiendo que ese afán tuyo de permanecer conmigo me lleva a tus sueños. En esos instantes sólo yo existo para ti. Por eso te amo.

Sólo en eso he podido pensar desde esta tarde en que vino a verme tu amante. Apenas reparé en su juventud, en su lucidez. No pude poner atención al relato mesurado de su relación. Ni siquiera escuché desde cuando se ven a mis espaldas, ni vino a mí el recuerdo de tus pequeñas contradicciones y ataques de euforia y amargura.

Esta tarde, con la vista nublada y su voz en el fondo, sólo trataba de adivinar cuántas de todas las veces que protestaste al sentir que me apartaba de ti, aunque fuera sólo un poco, cuántas de todas esas veces demandaste el contacto de su cuerpo, no del mío. Cuántas de todas las veces que me atrajiste hacia ti en esos momentos que yo creí sólo nuestros estuvieron empañadas por el recuerdo de alguien más. Cuántas de todas esas veces en tus sueños trataste de retenerla a ella, no a mí.

Nunca me engañé, créeme. Siempre supe que en tus pensamientos, en tus anhelos, en tus motivos podría haber otra mujer. Incluso concedía la posibilidad dolorosa pero realista de que alguna noche fortuita llegaras a probar otros brazos. La fidelidad es algo difícil de otorgar, lo sé. Además, el devenir de los días nos aparta necesariamente. Las responsabilidades, los compromisos, la rutina, los hijos, otros gustos, otros cariños, otras ambiciones, otros deseos se interpondrían decididamente entre nosotros. Sabía que en tu vida no sólo estaría yo. Pero siempre creí que ese sueño, ese final instante, era todo para mí.

Esta noche te haré el amor como nunca imaginaste, como siempre quisiste. Te recibiré en la puerta con un largo beso. Probarás el sabor de mi boca mientras uno mi cuerpo al tuyo. Recorreré tu espalda con mis manos y las tuyas me estrecharán con ansiedad. Subiré a nuestra habitación y tus ojos me seguirán con ardor, con embeleso. Ahí, sin una palabra, me desnudaré lentamente. Veré cómo tus pupilas crecen mientras el deseo se propaga por tus venas. Besaré tus manos antes de que rodeen mi cuello y bajen por toda mi piel. Haré que te detengas en cada aroma, en cada pliegue, en cada sensación. Sentirás como palpito ante el roce de tus labios, de tu aliento.

Esta noche no te negaré nada. Seré tan tuya como siempre he sido. Encontraremos placer y consuelo el uno en el otro. Nos amaremos rabiosamente, con furia, con desespero, hasta hacernos pedazos las entrañas. Te rodearé con mis brazos, con mi locura, con mi pasión. Revolveré tu cabello cuando muerdas mi pecho. Besaré tu cuello cuando te aferres a mis caderas. Morderé tus hombros cuando busques entre mis piernas. Me asiré a tu espalda cuando te sienta dentro y te escucharé jadear exhausto, satisfecho, pleno de mí.

Luego reposaremos en medio de nuestro sudor confuso, con el corazón a trote y el cuerpo desmadejado. Después te veré dormir, mi amor. Por última vez. Porque ya no despertarás.

martes, agosto 21, 2007

Así funciona

Teorema
Que ames a una persona poco tiene que ver con ella.

Lema
Que no te ame, poco tiene que ver contigo.

domingo, agosto 19, 2007

Figura paterna

Claro que aprendí algo de mi padre: los pantalones siempre deben tomarse por la cintura.

sábado, agosto 18, 2007

Mary Glazman

Tomé el trabajo porque no quería estar atada a la casa todo el día, pero también me atraía la idea de ver todos esos papeles, poder tocarlos, entrar a un mundo que de otra manera me hubiera estado prohibido. Yo llegaba por las tardes, cuando el sol había bajado un poco y se podía caminar por las calles. Entraba por el portón, cruzaba el patio y llegaba a ese gran cuarto, un poco obscuro, donde trabajaba todos los días. Siempre había tanto por hacer.

Sin embargo había días que me decía que no me necesitaría la tarde siguiente. Yo me sentía feliz por haberme ganado ese descanso. Pero había ocasiones en que no solo faltaba esa tarde sino la siguiente y la otra tambíen, ya sea porque todos habíamos ido de paseo al río o solo porque el sol se sentía delicioso en la terraza. Pero yo no volvía con ella de inmediato porque estaba muy apenada por mis ausencias. No me atrevía a enfrentarla cara a cara, así que faltaba un vez más. La tarde siguiente mi verguenza era mayor así que tampoco iba, aún sabiendo que solo estaba emperando las cosas. Así podía estar yo la semana entera muerta del terror y paralizada por completo. Hasta que por fin reunía el poco valor que me quedaba y llegaba a su casa con la cabeza baja, esperando la reprimenda, anticipando cuáles serían los reclamos y cómo los gritos, imaginando la lista de todas las cosas que se habían atrasado por mi culpa. Una vez que llegaba al borde de la puerta y rogaba por última vez poder aguantar el suplicio sin llorar, me sorprendía su voz que cordialmente preguntaba "¿Dónde has estado?".

Así era ella. Cuando se enojaba podía ser feroz. Pero de un momento a otro, alguna brisa, un sonido, un simple detalle la hacían sonreír franca y abiertamente, sin pena. Y su enojo se desvanecía por completo. Era por eso que yo la adoraba, por cambiar tan fácilmente hacia la risa, por hacer entrar el sol por la ventana en un día de lluvia.

También admiraba la forma en que se entregaba a su trabajo. No dejaba que nada se interpusiera, ni las penas ni las alegrías, mucho menos yo. Quizá por eso nunca hablamos mucho, quiero decir, realmenta hablar. Podíamos estar juntas por horas enteras sin llegar a saber más la una de la otra. Creo que llegué a conocerla profundamente precisamente porque ella no me tomaba en cuenta. Yo no alteraba su mundo, así que podía observarla a mis anchas cuando ella se creía, se sabía sola.

En una de esas tardes muertas en que hacía mucho tiempo que no había nada por hacer, lo escuché de alguien al pasar. Ella, Mary Glazman, había muerto esa mañana. Corrí a su casa, pero ya estaba vacía. Cuando llegué al panteón solo alcancé a ver cómo bajaban su cuerpo a la tierra. Sin embargo hoy, tantos años después, aún tengo la impresión de que al doblar una esquina voy a encotrármela y me preguntará sonriente: "¿Dónde has estado?".


P.D. Señoras y señores, niños y niñas, lectores todos. El día de hoy esta cosa cumple un año, con 170 posts y cerca de 9 mil visitas. Los posts me los debo a mí, las 9 mil visitas a ustedes. ¡Vamos a comer pastel!

viernes, agosto 17, 2007

Fauna

¿Cuál es el animal más ponzoñoso y artero que hay?
La mujer despechada.

jueves, agosto 16, 2007

Inland Empire

En nuestra vida cotidiana nos conducimos apoyados por múltiples supuestos: la gente contesta su teléfono, todos utilizamos el horario que marca el Centro Nacional de Metrología y el cielo no se va a caer sobre nuestras cabezas (por lo menos no mañana). Como los supuestos no son sino simplificaciones que nos permiten lidiar con la realidad, debieran ser revisados con cierta frecuencia para evitar problemas o malentendidos en caso de que éstos sean erróneos.

Hoy tuve ocasión de hacer una de esas revisiones. Después de retorcerme durante tres horas en una de las butacas de la sala 6 de la Cineteca Nacional, pensé: "¿Quién diablos dijo que las películas tienen que ser coherentes, que los directores resuelven sus anécdotas en algún momento de la cinta, que las visitas sociales de los vecinos nuevos no dan miedo?" Nadie. Sólo eran supuestos. De esos que ya se fueron a la basura, por cierto.

Para mi fortuna hay otros que siguen en pie: los tacos del Chupacabras son excelentes y Jeremy Irons está más guapo cada día. Perfecto.

miércoles, agosto 15, 2007

Pequeña

Ya es tarde. Tus ojos están hichados. Primero por llorar y ahora por el desvelo. Te los tallas y volteas a mirarme, sonriente. Usas una de mis frases y reímos juntas. Yo garabateo en uno de tus cuadernos algún mal pretexto para mi abandono. Me quejo de mi pluma, busco otra, alargo el tiempo. Recordamos las fotografías del consultorio, el helado empalagoso, las librerías de viejo. Tú vuelves a tu tarea y yo trato de mantenerme despierta.

Todo con tal de verte, de estar contigo.

martes, agosto 14, 2007

Tengo todo previsto

Si la Fundación Carolina me dice que no, me colgaré la mochila, cargaré al gato y me iré por todo Reforma. A la altura del Caballito me desviaré hacia Bucareli. Pasaré el café La Habana y el Reloj Chino. Y antes de llegar a Chapultepec...

lunes, agosto 13, 2007

Sí, el tiempo es un hilo, pero parece acomodado en una madeja

Los honores a la bandera del primer año de primaria a mí me hicieron bolas. Un lunes de septiembre nos echaron un rollo sobre los Niños Héroes y al siguiente nos hablaron del cura Hidalgo. Tardé un buen rato en entender que el acontecimiento que celebramos primero había ocurrido 37 años más tarde que el que celebramos después. Algo similar me pasó en marzo con la Expropiación Petrolera y el natalicio de Benito Juárez, que además coincide con el inicio de la primavera, pero para entonces yo ya iba agarrando la onda.

Esos fueron mis primero tropiezos con la historia y, aunque siempre me ha gustado, es una disciplina que tiende a confundirme bastante. Recuerdo perfectamente el desasosiego que me dejaron las últimas líneas de "Noticias del Imperio" de Fernando del Paso.
Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, Princesa de la Nada y del Vacío, Soberana de la Espuma y de los Sueños, Reina de la Quimera y del Olvido, Emperatriz de la Mentira: hoy vino el mensajero a traerme noticias del Imperio, y me dijo que Carlos Lindbergh está cruzando el Atlántico en un pájaro de acero para llevarme de regreso a México.

Fue como una revelación para mí. Dos personajes que en mi concepción del mundo pertenecían a esferas cósmicamente distantes habían tenido vidas que se intersectaban en el tiempo. La emperatriz del Segundo Imperio Mexicano y el hombre que pilotó el primer vuelo de Mexicana de Aviación me remiten a mundos completamente disímbolos, a Méxicos dispares.

Esto ponía de manifiesto dos cosas:
  1. Que la vida de una persona da para que el rostro del mundo cambie y
  2. que si no empezaba a poner orden en este asunto, la confusión no haría mas que aumentar.
Por eso decidí hacer una línea de tiempo como la que me dejaron de tarea en cuarto de primaria para entretenerme y de paso acomodar las eras geológicas. Un fin de semana, cuando ya estaba yo en este departamento pero todavía iba a la oficina, me puse a marcar los restos de un rollo de papel caple con una carpeta para sacar así tiras que alcanzaran a darle la vuelta a la habitación que entonces usaba como estudio y que ahora es mi recámara. Después de cortarlas y unirlas, les pinté una raya roja en el medio y me puse a marcar décadas, del año 1 en adelante (de lo contrario no hubiera sabido en qué otro año empezar). Luego, con bastante trabajo, la pegué a la pared, a 2.20 metros del piso. Ya en la madrugada tracé una línea en el punto correspondiente a 1927, escribí una leyenda, pegué un dibujito y me fui a dormir.

Como dije antes, en aquel entonces yo trabajaba, así que mi proyecto avanzó con mucha lentitud. De hecho hubo meses en los que estuvo muerto. Pero hace poco decidí revivirlo y ha sido muy agradable. Aquí les presento el estado en el que está ahora. No está toda la línea, les (me) ahorré los espacios en blanco, que siguen siendo amplios.

Ojalá puedan ayudarme a rellenarlos con sus tres o más momentos históricos favoritos. Las únicas restricciones son que hayan ocurrido después de Cristo y que puedan señalarlos en el tiempo con precisión de un año, porque en algún punto hay que colocar la imagen alusiva. Gracias por sus colaboraciones, gracias.

domingo, agosto 12, 2007

Desvelo

Lo bueno es que la única consigna del día es ver Fonda Susilla.

sábado, agosto 11, 2007

(2) De cómo salir ileso del mismo

El recinto es negro y cinco círculos de luz forman una cruz en el piso. Hay sillas alineadas como triángulos en las secciones sin iluminar. Tomo asiento en una de ellas mientras miro a una geisha ir silenciosa de un lado a otro del peculiar escenario. Posa su atención en mí y sonriente me invita a sentarme en el vértice de uno de estos triángulos. Ella va y viene jugando con nosotros, nos quita las cosas, peina a algunos, coquetea con otros, reacomoda a todos. Repara en mis botas e intenta quitármelas. Me rehuso activa, mímicamente y ella me gruñe. Así pasan la primera y la segunda llamadas.

Justo antes de la tercera me siento en un parque de diversiones: los altavoces anuncian que, por nuestra propia seguridad, permanezcamos en nuestros lugares y no saquemos ni piernas ni brazos. ¿Escuché bien? Apenas empiezo a reflexionar sobre la adevertencia cuando oigo un estrépito de pasos, siento una ráfaga de aire y un ligero golpe en la cara. El sensei, el sensei Turbo acaba de brincar sobre mí y su túnica me ha dado en el rostro. Él y su aprendiz están enfrascados en el combate y tan perdidos en él que no les importa si en algún lance se llevan, por casualidad, la cabeza de algún espectador.

Y en verdad esto es como la montaña rusa. El sensei y su aprendiz pasan por todos los estadios posibles. Luchan como rivales mortales, beben como grandes camaradas, ríen por los grandes golpes asestados, se disculpan por los rasguños menores, huyen del enemigo común e insuperable. Se bromean, se insultan, se enojan, se emberrinchan, se cansan, se retan, se matan. Sólo les falta "cortarlas", como en la primaria. La geisha, apartada e inmóvil las más de las veces, equilibra. Arma a los oponentes, los separa, los azuza, los alimenta, los regaña, los pone en su lugar. Pero también ve su suerte cuando le pasa lo que a Pampa Hash: a la geisha la posee el ritmo.

Aunque la mayor parte del tiempo uno no para de reír, en esta obra hay un conflicto y este conflicto lo carga el aprendiz. Su objetivo es derrotar al sensei. Salir victorioso del combate es el logro supremo por el que ha soportado tanto y tan duro entrenamiento. Sólo así podría dejar el segundo plano en el que se encuentra relegado y ser observado por su maestro como un igual. Pero si lo hace, éste necesariamente tendría que caer de su gracia. La admiración que siente hacia el sensei dejaría de tener sentido y su lucha, su camino juntos, llegaría a su fin.

Esta obra es coreográficamente demandante para los actores, por sus grandes explosiones de movimiento y coordinación. Sus movimientos son ágiles y precisos. Se manejan muy bien incluso en la obscuridad. Ellos, además de echar mano de todos sus recursos para llevarnos de las bromas simples a los momentos trágicos, del sword time al monólogo reflexivo, tienen que improvisar en medio de un público mayormente reacio y poco participativo que ve con espanto que la clásica barrera entre espectáculo y espectador no existe.

Aunque es posible que este sábado cruzara por sus mentes que un público pasivo no es tan mala idea. Porque en algún momento el aprendiz me jaló hacia la escena para que lo cuidara de su sensei, quien me puso en las manos una melladísima katana y me pidió que lo golpeara. A mí me brillaron los ojitos y me dieron ganas de perseguirlo a golpes por todo el escenario. Yo creo que se dieron cuenta de mis negras intenciones porque el aprendiz no me soltaba, so pretexto de darme un masaje para relajarme antes del combate, y el sensei me dijo un par de veces que me calmara, mientras la geisha se hacía prudentemente a un lado. Al final le pegué (muy leve, por cierto) y los tres salieron corriendo despavoridos, dejándome sola en medio de todo el mundo. En vez de irme a sentar me quedé ahí esperando a que regresaran y vaya que se tardaron en hacerlo. Cuando por fin se animaron a volver, el sensei y el aprendiz se rindieron a mis pies y la geisha, que al principio me gruñía, ahora me dedicaba grandes sonrisas. Después, con gran ceremonia, los tres me llevaron de vuelta a mi lugar.

Si se animan a ir, háganme un favor. Pésquense a alguna de las viejitas que no se pierden las presentaciones del Taller Coreográfico porque así se acuerdan de lo bonito que bailaban ellas, métanla a la obra, siéntela hasta adelante y esperen.

(1) De cómo llegar al teatro

Salí corriendo de casa con varias cuestiones en la cabeza: primera, sólo traía un billete de doscientos pesos y diez moneditas de veinte centavos; segunda, ya era tardísimo; tercera y última, el Centro Cultural Universitario está re-lejos de mi casa. Fatal combinación.

Como me temía, el primer microbusero que detuve me mandó gentilmente al demonio, porque "recién iba empezanado" y no traía cambio. Así que caminé hacia el metro. A la taquillera tampoco le hizo gracia mi billete, ni siquiera cuando le pedí 25 boletos. Pero se aguantó cuando le di mis moneditas y así resolví la primera parte del trayecto. El transbordo en Guerrero se me hizo larguísimo y me dió coraje ver cómo se iba el tren estando yo a escasos 15 pasos de abordarlo. Ni modo. El resto del camino, a mirar a otro lado menos al reloj para no aumentar la ansiedad. De cualquier forma la regla sigue funcionando: la línea verde tarda, en promedio, 2 minutos por estación.

Mientras a pensar: "¿Cómo llegaré hasta el CCU? Si me voy en micro, además de la bronca del cambio, tendría que caminar desde el Imán hasta el teatro y la distancia no es poca. Llegaría tardísimo. ¿Un taxi? Sí, claro, y me quedo sin dinero para pagar la entrada. Mmmh... ¿Los sábados habrá camioncitos? No me acuerdo. Pero sería excelente, me dejarían mero enfrente del teatro y toda la cosa. Ñam. ¿Hasta qué hora funcionará el servicio? Ojalá no tarde mucho en pasar el de la Ruta 3. Chaguitos, changuitos."

Afortunadamente mis deseos siguen cumpliéndose. Pero en el camioncito ya no me pude aguantar y estuve mirando mi reloj a cada rato. Mi ansiedad no era para menos, me han tocado obras de teatro a las que no entro por no llegar justo a la hora. Un minuto tarde y ¡kaput!, hasta el intermedio. Fue lo primero que le pregunté a la señorita de la taquilla: "¿Todavía puedo entrar?" Me responde en tono cansino: "Siiiiií, no se apure". Le creí, pero casi la mato cuando se puso a contar 3 veces los 3 billetes de 50 que tenía que darme de cambio. Cuando le vi intenciones de desarrugar uno, casi se los quito de las manos.

Corrí a la entrada, y caí en manos de tres mujeres. Una me dió el programa de mano, otra cortó mi boleto despacito, despacito y la última nomás me miró feo. Pero todo fue cruzar la puerta del teatro y ya estaba yo en otro mundo.

viernes, agosto 10, 2007

¿Qué tienen en su escritorio?

Uno crea los espacios que le rodean. Quiéranlo o no, de manera conciente o inconciente atraemos cerca de nosotros lo que nos hace falta para vivir. Y eso se refleja más claramente en los sitios en los que más tiempo pasamos. En mi caso, la esquina del estudio en el que tengo la compu.

Aquí va la lista de lo que hay a mi alrededor la mayor parte del día.

A la derecha de la lap:
  • Un vaso que tuvo leche.
  • Unas bolitas para el pelo.
  • La tapa de una lata donde guardo lápices.
  • Unos aretes.
  • Un reloj.
  • Una extensión de entrada para USB.
  • El mouse.
Sobre la lap:
  • Doce figuritas que acabo de imprimr para mi línea de tiempo.
  • Los pedacitos de papel restante.
Del lado izquierdo de la lap:
  • Una cajita de tachuelas.
  • Un plumón indeleble.
  • Un ratón amarillo.
  • Un ratón blanco (¿dónde estará el otro?)
  • Mi celular.
  • Un flexómetro.
  • Un diúrex.
  • Unas tijeras.
  • Un saca grapas (la secre de mi ex-oficina le llamaba por el nombre de un crustáceo, pero no recuerdo cuál).
  • Unas notitas post-it.
  • Una bolsa de plástico hecha bola.
  • Un candadito con sus llaves.
  • 10 pedacitos de listón.
  • El ejemplar de cocina de El Universal correspondiente a Perú.
  • Un voucher.
  • El recibo de las últimas fotos que me saqué en Foto América.
  • Un cd de Miguel Ríos.
  • El libro que debería estar leyendo.
  • Mi libreta de viaje.
  • La envoltura de las mentadas notitas post-it.
  • Un cd con complementos para hacer comunicar a Stata con Jump (No, no son personajes de una serie policiaca, son dos programas estadísticos).
En la mesita anexa:
  • La mulita.
  • La rana.
  • El porta celular con forma de gato.
  • Un paquete de grapas.
  • La lata de los lápices cuya tapa mencioné más arriba.
  • Una bandejita con piedras y hojitas de la Patagonia.
  • La impresora.
  • El teléfono.
  • El módem inalámbrico.
  • Una máquina de escribir que hace años debía llevar a componer.
En la lámpara:
  • Una bruja.
  • Un hada.
  • Un gato.
  • Un amuleto de la suerte.
En la repisa de arriba:
  • Mi mortal calamar de plástico.
  • La caja de las plumas que me regaló Rosy cuando me titulé.
  • Mi atril rojo.
  • Mi lata para los cd's.
  • Un revistero con papeles varios
  • El Spivak (caulquier matemático que se precie lo tiene siempre a la mano).
  • La libreta de los borradores de cuentos.
  • El Canavos (cuando la invasión, un gato se orinó en él :).
  • El diccionario Larousse.
  • Mi agenda.
  • La libreta de las noches de insomnio.

Uf, acabé.

Ah, no, me faltó.

En la pared:
  • Mi calendario.
  • El póster de "Lo que el viento se llevó".
Y todo eso en perfecto orden. Chequen si no.






Y ustedes, ¿qué tienen a su lado todo el día?

jueves, agosto 09, 2007

Fredy

Anoche estuviste en mis sueños, como haces cada tanto. Me explicaste que la vida tiene tres niveles y que fluye en un rizo infinito. Me dedicaste una de esas sonrisas tuyas, inmensas, brillantes y el resto de la noche jugué en el paraiso.

Apenas puedo creer que dejé de verte antes de cumplir quince años.

martes, agosto 07, 2007

Simbiosis

Me hice un moretón el otro día. Quizá me golpée o quizá no, no lo recuerdo. Pero ahora lo tengo. Creciendo sano y rozagante, lo he visto cambiar del verde tierno al morado obscuro. Puedo sentirlo bajo la ropa, cualquier roce me hace pensar en él. Tiene personalidad propia, lo sé. Y cuando me voy a dormir, estoy segura que sale a cometer asesinatos.

domingo, agosto 05, 2007

Privilegios

El niño está hincado sobre una silla comiendo espagueti de un plato enorme. Su madre está cortando calabazas para la cena.
- Oye mamá.
- Mmmh...
- ¿Por qué tengo los mismos apellidos que tú?
Ella, sin levantar la vista, le contesta.
- Ya lo te lo he dicho, porque te tuve yo sola.
El niño se impacienta.
- Siiiií, ¿pero por qué me tuviste tu solaaaaa?
- Porque un día desperté, me dí cuenta que quería un hijo y que no había nadie alrededor con quien quisiera tenerlo. Y las mujeres, a diferencia de los hombres, no necesitamos tener una pareja, un esposo o un novio para tener un hijo.
- Ella le guiña un ojo. - Así que fui, me embaracé de ti y aquí estás.
El niño deja de comer, sorprendido.
- ¿No tenías novio, mamá? Pero si tú eres muy bonita.
Ella se ríe de buena gana.
- No, corazón, no tenía novio. Ni ganas de buscar uno. Te quería a ti y nada más. Por eso te tuve yo sola.
El niño inclina la cabeza conforme y sigue comiendo su enorme plato de espagueti.
Ella deja el cuchillo, se recarga sobre los codos, pone su mentón sobre una mano y lo mira pensativa un rato. Luego le pregunta:
- ¿Te molesta? ¿Te hubiera gustado tener un papá como lo tienen los demás?
El niño sonríe mientras mete otra vez el tenedor al plato. Tiene la cara llena de salsa.
- No. Me gusta vivir contigo y con el gato, aunque ya esté viejito. Así yo también te tengo para mi solito.
Su madre le devuelve la sonrisa, le mesa los cabellos y continúa haciendo la cena. Quedan en silencio por un rato.
- Mmmh... Pero, ¿sabes qué, mamá? Me hubiera gustado ser niña.
- ¿Y eso? ¿Por qué?
- Porque si un día quiero un hijo para mí solo, no lo voy a poder tener.

sábado, agosto 04, 2007

¡Pajarito, pajarito!

En el pueblo de mi abuela, cuando ella era niña, se retrataba a la gente recién fallecida para que la familia pudiera conservar un recuerdo del difunto. Era un gasto significativo, pero un momento como ese no era para reparar en detalles. Sólo así podían inventarle padre a algunos niños, los maridos al fin le enseñarían la lengua a sus esposas, el pretendiente conquistaría nuevos corazones con las pruebas de su trágico pasado en la mano y, principalmente, se sanjarían las discusiones futuras de las ancianas acerca de a cuál de las tías abuelas se parece la sobrina, ¿a la que vestimos de blanco o la que le pusimos corona?

En las casas más previsoras llegaba a tomarse la fotografía cuando el enfermo estaba en los primeros estertores de la muerte para aprovechar el gasto y salir todos juntos. "¡Ya está boqueando!" gritaba alguien y un chamaco salía corriendo a avisar al fotógrafo. La señora se apuraba a poner la colcha nueva en la cama, meter al cuarto el jarrón de la sala, enderezar la imagen de la Virgen del Retorno, gritarle a la muchacha que juntara a los escuincles y les limpiara los mocos para que no fueran a salir así, ponerle un rosario al moribundo, acomodarle la camisa, limpiarle la baba, enderezarle la cara, aplacarle los cabellos y rezarle un Padre Nuestro para que no se muriera tan pronto y le diera chance de ir a darse una manita de gato, ¿sí?. Mientras, el marido iba a la sala a recibir los pésames anticipados de los principales del pueblo y a contener a la oleada de chismosos, que las más de las veces eran el mismo conjunto.

La enfermedad siempre daba problemas. Si era tuberculosis el enfermo no dejaba de toser y el fotógrafo hacía coraje porque la imagen salía movida y le echaban a perder el ambiente. Si la bronca era intestinal, a soplarse el tufo encerrado de días en lo que duraba la toma, con buena cara y todo; nunca faltaba el niño que acababa vomitando. Si la senilidad era la cuestión era probable que el desahuciado, tan tranquilito hasta ahora, pegara gritos espantosos en el úlitimo minuto y le metiera un susto de los mil demonios a todos los presentes.

Una vez tomada la foto y ya con todos más relajados, le avisaban al sacristán. Si alcanzaba a dar los Santos Óleos, bien, si no, ni modo.

viernes, agosto 03, 2007

Ayer fui a la feria


La Nao de China


Miro el mundo de cabeza,
con la tierra en su lugar;
han soltado las amarras,
pronto vamos a volar.

El miedo se vuelve risa
me he olvidado de llorar,
ya se aleja el horizonte,
y pienso, ¿dónde estarás?

En mis sueños no te encuentro,
te empeñaste en escapar.
En la tierra ya no existes,
ni en ningún otro lugar.

Pero nada importa ahora,
es historia sin final.
Hoy me pierdo entre la brisa
de este barco en altamar.

Pero nada importa ahora,
pero nada importa ya.

jueves, agosto 02, 2007

Después

Hace días que una de las pestañas de mi navegador tenía el borrador de la nota que acabo de publicar sobre mi arribo a la ciudad de Sucre. La he estado evadiendo deliberadamente al igual que al resto de mis recuerdos de viaje. Lo cierto es que me asustan un poco. Desde que volví me descubro pensando en Tucumán, Bariloche, Santiago, Comodoro Rivadavia y otros sitios que no tienen relación aparente con mi cotidianidad. Pero a mi mente no vienen los sitios prominentes de estas ciudades. A mí vienen las callejuelas, los cafés simples, las habitaciones solitarias, los lugares comunes. Me veo caminando entre gente que no me reconoce y de la cual no espero nada, viviendo horas sin arraigo, días en los que nadie nunca me miró a los ojos. Me veo feliz.

¿Será ese mi estado natural, el más adecuado, el mejor? Siento desazón al responder, pero es cierto que nunca me sentí más viva. Quise andar todos los kilómetros que pudiera sacarle a esta oportunidad única que yo me había buscado. Quise darle a mis ojos todos los paisajes posibles, a mis oídos todas las entonaciones de mi idioma, a mi boca todos los sabores de la tierra. Tuve, al fin, un objetivo y la decisión de alcanzarlo.

Cada momento de incomodidad, de cansancio, de hambre, de incertidumbre, de miedo, de desvelo, de dolor, tuvo sentido. Toda ciudad nueva, todo camino por recorrer, toda calle no pisada eran misterio y recompensa a la vez. Abría mis ojos cada mañana con curiosidad y expectación, con determinación y energía para continuar, para seguir y avanzar. Necesité de todos mis sentidos, de toda mi entereza, de toda mi fuerza y madurez. Y aunque mil veces me sentí desfallecer no me di un minuto de respiro porque no era necesario. Estar volcada en una tarea que requiriera la mejor expresión de mí me sació y satisfizo como nunca antes. Viviendo, de veras viviendo, pasé 71 días.

Luego volví al tren de mis pequeñas obligaciones, sintiendo aún la realización de esos días. Me creí una persona diferente, nueva, completa y en verdad lo era. Creí que había dejado atrás la pesada carga del pasado. Creí que podría traducir todo lo vivido en la energía y materia de un nuevo punto de partida. Creí haber cambiado mi fortuna. Pero un buen día desperté y me di cuenta que todo lo ganado estaba ya perdido. La burbuja se había roto. Nunca logré materializar el sueño.

Ahora estoy aquí, sin sentido. No sé que hacer con estos recuerdos que pienso son de otro. ¿De qué me sirve este ayer si no me ayuda con el mañana? No me considero capaz de repetir el hechizo. Siento sobre mí más muros de los que fui capaz de quitarme. Este descenlace ha podrido mi esperanza. Y ahora más que nunca odio ver pasar cada día sintiéndome desperdiciada.

miércoles, agosto 01, 2007

Sucre

Salí rumbo a Sucre la tarde del 28 de diciembre. Llegué a mi destino cerca de las 7 de la mañana sin saber hacia dónde dirigirme. En la paquetería de la terminal dejé mi mochila y sólo llevé conmigo mis objetos de valor y una muda de ropa. Me eché a caminar.

Lo inicial era resolver la cuestión del hospedaje. Era la primera vez que lo buscaba por mi cuenta y fue un tanto complicado. Pregunté en varios lugares y no dejaba de sorprenderme la gran variabilidad de precios para, prácticamente, el mismo servicio. Mientras reflexionaba cuál sería el gato encerrado en los servicios hoteleros de la ciudad me dispuse a desayunar salteñas. Las salteñas son unas empanadas horneadas de relleno dulzón y variopinto. Tienen carne, aceitunas y son muy jugosas. Con el tiempo aprendí a comerlas debidamente, quitando un pedacito y sorbiendo un poco del caldito que contienen antes de morderlas. Pero en esa primera ocasión acabé batida en grado extremo, aunque muy feliz.

Una vez con las energías repuestas me decidí por un hostal muy cercano a la plaza principal en el que pude pagar una sencilla habitación con baño privado (70B por noche). Por primera vez en más de 24 horas pude poner mi cuerpo en posición completamente horizontal, dándome cuenta que algo tan sencillo puede convertise en un lujo.

Decidida a aprovechar el día empecé a recorrer la ciudad, que es blanca y tranquila.