Odio perder pequeñas cosas. La credencial de la biblioteca, el perfumito de mi bolsa, la pulsera de hilos. Lo que más me molesta es creer hasta el último instante que sé perfectamente dónde están, cuándo las usé por última vez, cuál fue el último día que las vi. Un buen día me golpeo la frente con la hechos y mi certeza desaparece. La realidad se tambalea, se fuga a través de las diminutas rendijas que dejan los detalles insignificantes y ahora ausentes. Los ojos de los demás son indiferentes a esta existencia. Los hechos se desvanecen, se escurren de entre mis manos. Mi percepción se ha vuelto inútil, etérea. No tiene arraigo en el espacio, mucho menos en el tiempo.
¿Qué falta?, ¿qué sigue? ¿Qué más se ha alterado sin que lo note aún? ¿O es que todo sigue igual? ¿Los recuerdos, el pasado existen? ¿Acaso hoy recién despierto y lo demás no son sino impresiones de una ensoñación malsana y falsa? Pero, ¿para qué? ¿Qué sentido tiene? ¿Cuál es el juego y cuáles sus reglas? ¿Qué se debe hacer para ganar, qué para perder? ¿Cómo volver a confiar en lo que emana de dentro? ¿Debo ignorarlo todo?, ¿seguir sin más, como parece que hacen todos? ¿Cómo buscar ayuda en un mundo dónde el único cuerdo no es más que el único loco? ¿Cómo?
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4 comentarios:
Pues yo me di cuenta de que la respuesta no es buscar ayuda en este mundo si no fuera de el...
De otra manera nunca se podra lograr conseguir ayuda.
http://verbotenreich.spaces.live.com
"Primo Ego"
Lo dicho, estoy perdida.
A mí no me has perdido aunque soy una cosa pequeña. Pero mi cariño por ti es grande.
Pequeña y bella. Por eso tengo mucho cuidado, te hago dormir en una cáscara de nuez, te subo en barquitos de papel para cruzar los charcos y, si es necesario, te señalo con mi meñique.
Te quiero.
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