A todos los conozco desde que nacieron, gajes de ser la mayor. Con ellas pasé muchísimos de mis veranos de infancia, jugando, cambiándonos ropa, hablando hasta por los codos. A ellos los cuidé cuando sus padres no estaban, les lavé las heridas, les bajé los berrinches. Con el tiempo las cosas necesariamente cambiaron y nos vimos menos; porque ya no siempre acompañábamos a nuestros padres, por ejemplo.
Es tan extraño descubrirnos ahora con pensamientos, manías y planes tan distintos a los de nuestra niñez. Ahora todos trabajamos, tenemos vicios, relaciones de pareja, preocupaciones monetarias. Es extraño notar todo eso de repente, pero eso se debe a que por nuestra relación no había pasado el tiempo. Cierto es que no habíamos dejado de querernos, pero un cariño puede llegar a implicar muy poco si no se le fomenta activamente y si no se hace algo por saber quién es el otro. Por lo pronto ya dimos el primer paso para alejarnos de la inercia meramente familiar y acercarnos verdaderamente. Es bueno haber empezado con algo de baile y vodka. Veremos que se nos ocurre a mis primos y a mí para la siguiente ocasión.
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