Hoy me dejaron plantada 2 dos 2 veces. Sí, 2 veces. Lamentablemente a las dos citas llegué temprano y la espera me pareció aun peor. Eso de ser puntual no es redituable, caray. Mi celular se quedó sin pila, así que tampoco hubo manera de que me avisaran qué estaba pasando. Acabé comiendo enfurruñada y me quedé sin ir al billar. Y yo que estaba feliz por tener magníficamente acomodada mi tarde de viernes. Diablos. Diablos y más diablos.
Lo que hizo menos terrible todo el asunto fue que primero estuve leyendo a Kafka y luego me topé con la versión original de Yambalalón y sus siete perros de Juan Villoro. Ese cuento era mi delicia cuando yo era niña. La versión que había en mi casa y que todavía debe seguir por ahí era la de Novelas Ilustradas.
Esa edición tipo libro vaquero de los años ochenta que intentaba poner al alcance de todos las obras cumbre de la literatura mexicana era un total acierto. A mí me encantaban y los leía y releía muy divertida. Los que más claramente recuerdo, además de Yambalalón y sus siete perros, son Se llevaron el cañon para Bachimba de Rafael F. Muñoz y El teniente de los gavilanes de Rafael de Zayas Enríquez. De La rebelión de los colgados de Bruno Traven no estoy segura, mi hermano se acordará, y había varios más. También me enteré de algunas partes de El periquillo sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi y de Monja, casada, virgen y mártir de Vicente Riva Palacio, pero nunca las leí completas porque sólo venía un pedazo en cada librito y nunca tuvimos todos.
Pero el de Villoro era el fovorito indiscutible. Un niño de 6 años se sumerge en la tina todas las tardes e inventa una historia en la que sus pies, a los que llama Víctor y Pablo, son los héroes que persiguen a Yambalalón, que junto a su terrible banda se dedica a asaltar el Banco Central. Sin embargo a la gente a quien se la cuenta le parece ridícula y el rechazo que más le duele es el de Víctor, su admirado compañero de escuela. Por eso, en un arranque de coraje, hace que Yambalalón decapite a sus héroes y les de sus cabezas de comer a los perros.
Debo haber leído esa historia cientos de veces. Hoy al leer su versión original vinieron a mi memoria cada uno de los dibujos con los que lo ilustraron, caí en la cuenta de que habían dejado el texto prácticamente íntegro y el conjunto entre presente y pasado me pareció maravilloso. Fue un excelente recuerdo de las tardes tranquilas en Cuautla, de los tiempos en que todo era sencillo. En aquel entonces mi hermano y yo nos turnábamos para ir a comprar krankis a la tienda, uno de mis primos vendía papalotes hechos con varas de carrizo y jugábamos beisbol en la esquina. Eran buenos aquellos días.
¿Por qué empecé todo esto? Ah, sí. Porque hoy me dejaron plantada 2 veces.
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4 comentarios:
Podría ser peor. Yo leía las Novelas Inmorales, digo, Inmortales.
Sobre a los plantones, bueno, a mí además de todo me regaban (porque solía llover, como en las películas...)
¿? (Flechita pa' arriba)
Qué mal que te dejaron plantada; y en la noche que mi computadora no cooperó nada.
¡Te quiero mucho!
"Yambalalón..." también era de mis favoritos. Otros: "El principio del placer" y "La fiesta brava" de JEP; "El libro vacío" de Josefina Vicens (éste no lo teníamos en casa, lo encontré después); "Macario", de BT; "Don Catrín de la Fachenda", de Lizardi (éste estaba en casa de la abuela Amparo). Pero mi preferido, indiscutiblemente, "Juan Pérez Jolote" de Ricardo Pozas.
Al rato me acuerdo de otros.
HH
V:
Hasta eso, el clima fue benévolo.
Grace:
Tendrás que darle unos zapes, Peque. Lo bueno es que ya pronto podrás cambiar tu conexión de internet.
HH:
Yo no me volví a topar con ningún otro, carnal. Pero los pocos que me tocaron eran excelentes. Sería bueno conseguir algunos más, ¿no crees?
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