Ya es tarde. Tus ojos están hichados. Primero por llorar y ahora por el desvelo. Te los tallas y volteas a mirarme, sonriente. Usas una de mis frases y reímos juntas. Yo garabateo en uno de tus cuadernos algún mal pretexto para mi abandono. Me quejo de mi pluma, busco otra, alargo el tiempo. Recordamos las fotografías del consultorio, el helado empalagoso, las librerías de viejo. Tú vuelves a tu tarea y yo trato de mantenerme despierta.
Todo con tal de verte, de estar contigo.
miércoles, agosto 15, 2007
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