En cuanto llegué a La Paz cancelé el trato que había hecho con la agencia de viajes para ir al Salar de Uyuni. Aunque la pasé muy bien en Perú viajando con ellos, esa no era la experiencia que yo estaba buscando, así que tomé un mapa y me apoyé en Katty para trazar mi propio itinerario. Debo decir que le llevé la contra y en lugar de descansar antes de salir rumbo a Sucre, me fui a ver las ruinas de Tiawanaco.
Fue paseo de un día. Me dirigí a una de las peores zonas de La Paz (en opinión de Horacio, por lo menos) para tomar una combi que me cobró 7B por un viaje de hora y media aproximadamente. Atravesar El Alto fue lo más tardado. Es una zona pobre, excesivamente poblada y con un crecimiento desordenado. El resto del viaje, pese al amontonamiento, fue genial. Las nubes bolivianas son incomparables.
Me informaron mal sobre el precio de entrada a las ruinas. En una oficina de turismo de La Paz me dijeron que el boleto para extranjeron costaba 20B. Yo llevaba el dinero más o menos contado así que mi sorpresa fue grande cuando me enteré que en realidad costaba 80B. Ni modo, no había nada que hacer. Me senté afuera de la taquilla a comerme el emparedado que Lourdes me había preparado y me puse a platicar con la gente que pasaba por ahí. Después de un rato, los vigilantes del museo me mandaron a ver a su jefe para ver si él se apiadaba de mí. Funcionó. Luego de esperarlo un rato y plantearle mi cruenta situación me permitió pagar como nacional: sólo 10B (aunque, por supuesto, terminé desembolsando 20B).
Valió la pena. Hermosas ruinas, en verdad.
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