martes, agosto 29, 2006

Inevitable

El domingo vi To kill a mockingbird, película hecha en 1962 basada en la novela homónima con la que Harper Lee había ganado el Pulitzer el año anterior. La principal referencia con que yo contaba sobre la película (de hecho, la única) venía de Superman: Cuando el Superman de a de veras se repone de la madriza que le pone Doomsday, Lois Lane está tan confundida que no cree que se trate del auténtico. Así que éste le dice una serie de cosas que solo ellos podrían saber. Aparte de mencionarle algunas intimidades, le recuerda que esta película es su favorita.

Mientras la veía no dejaba de pensar "¿de qué trata todo esto?". Aunque algunos dicen que el tema es el racismo, la tolerancia, la inocencia y demás, yo me inclino a creer que el eje de todo es el respeto a uno mismo; el respeto a los demás se da como una consecuencia. Atticus Finch no hace más que respetarse de manera profunda: respeta sus deseos, sus propios silencios y es congruente consigo mismo. No es ningún paladín, no pretende rescatar a nadie ni salvar al mundo. Solo se concentra en vivir su vida como cree que vale la pena vivirla y sin mayor alharaca. Por eso no levanta la cabeza cuando abandona la corte. Pese a su apariencia apocada y solitaria, se trata de un hombre decidido, con una juventud quizá convulsa y, muy a su manera, apasionado.

Me acordé de mi abuelo. Siendo apenas un adolescente, renunció a una herencia considerable con tal de poder continuar sus estudios fuera de casa. Trabajó con esmero y dedicación como maestro y director de escuelas rurales, fue presidente municipal, brasero y dueño de las tiendas más grandes y prósperas que sus pueblos adoptivos hayan visto jamás. Abandonó todo para irse al extremo del país por tener roto el corazón, aunque también llegó a ir al altar por el sencillo hecho de haber perdido un volado. Tuvo 8 hijos y muchos nietos. Prestábamos atención cuando él hablaba porque nunca lo hacía en balde. De carácter enérgico, afable y con una memoria impresionante (sabía los nombres de los ríos del país, se los habían enseñado en la secundaria), murió en paz consigo mismo algo antes de cumplir los 90 años. A sus exequias acudieron gran número de personas que, aunque con seguridad lo estimaban, primordialmente lo respetaban. No podía hacerse más con un hombre así.

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