Hoy comí delicioso. Queso fundido, pan, jamón serrano, salami, cerezas y una botella de shiraz; chocolates para el postre, por supuesto. Siempre que quedamos en domingo la cita es a las 3. Yo creí que iba a haber tortas de salmón, la especialidad de la casa, pero lo de hoy implicó menos trabajo y quedó también muy rico.
A veces pasan meses sin que nos veamos y de repente tenemos rachas en las que nos frecuentamos mucho. Últimamente estamos en un punto intermedio. Rara vez hablamos por teléfono, creo que nunca nos hemos mandado un correo y nuestras contadísimas salidas han sido para comer o algo así de tranquilo. Nuestras vidas están en momentos muy distintos y de por sí somos diferentes, pero eso no ha sido obstáculo para que nos llevemos de maravilla desde hace doce años que nos conocimos en la Facultad.
A mí me encanta ir a su casa y hablar y hablar. Además me siento comodísima. Con toda confianza le echo un ojo al refrigerador, me asomo a la despensa a ver si hay almendras, agarro uno de los vasos que me gustan y me sirvo agua o lo que yo quiera mientras la plática sigue y sigue. Entre el recorte, la puesta al día, los ¿qué pasó con ese chico?, ¿qué crees que me dijo mi mamá esta vez? y demás se nos van las horas sin que apenas nos demos cuenta. A veces pienso que la nuestra es una sola conversación apenas interrumpida por el flujo de nuestras vidas y esa sensación de continuidad la disfruto sobremanera.
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3 comentarios:
Cuenta más, cuenta más... ¿Qué pasó con la botella de shiraz? Es más, olvida la botella... ¿Qué pasó con el shiraz? (uno siempre tiene que tener muy bien puestas sus prioridades...)
Pasó lo único decente que puede pasar con un buen vino, se acabó de-vo-la-da.
Bien, eso me satisface profundamente.
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