Llevaba varios días creyendo que ya todo había acabado. Despierto sin acordarme de ti, las horas pasan sin grandes alteraciones, no apareces en mi futuro, no te desentierro de mi pasado. Acaso alguna canción te traiga a mi mente. Cuando eso ocurre intento asociarle otros recuerdos, quitarle de encima mi cariño y dejarla correr sin más.
Hoy hace demasiado frío. Al amanecer me di cuenta que mi serenidad es una farsa que represento ante mí como la pésima actriz que soy. Bastó un detalle pequeño, marginal, para sentirme como aquella mañana en que me dijiste cuánto me querías para despedirte de mí. Qué manera más cruel de amar a alguien. Qué forma tan indolente, tan inmisericorde tienes de llevar la vida.
Ahora sólo tengo un nudo en la garganta, el llanto se me acabó. Preferiría tener el hueco de tu ausencia en lugar de este dolor sordo que me queda después de no haberte tenido nunca. Repaso tus traiciones, tu indiferencia, tu inmadurez, el abuso reiterado que hiciste de mis sentimientos y de los de otros, todas las heridas que aún me duelen y ni así logro alejarme de ti. Me siento como una estúpida por todo eso.
He llegado a maldecirme por responder a tus besos aquella noche en el patio de tu casa, ominoso detalle. Sabía que aceptarte era un gran error, una tontería enorme, que tu acercamiento era un capricho, una necedad, yo sólo era un gusto por cumplir. Aún así me entregué con vehemencia, completamente. Al paso de los días te di consuelo, espacio, calor, protección. Fueron para ti mi ímpetu y mi tiempo. Te escuché con atención y sé que te conozco como nadie. A tu lado construí sueños solitarios, me guardé mis anhelos y cuidé mis lágrimas. Esperé, fui paciente y nunca, nunca di rienda suelta a mi desesperación de la peor manera. Jamás hice nada que fuera desastroso para ti. Pero sobre todo te quise y te quiero.
Nada de eso te fue suficiente, yo no fui algo sustancial, me colocaste como la última de tus prioridades. Puedes estar tranquilo, nunca nadie notó cambio alguno en tu persona o en tu ánimo. ¿Cambiaste algo de tu rutina por estar conmigo? ¿Mencionaste en tus conversaciones lo que yo era para ti? ¿Alguna vez dejaste traslucir a alguien lo que yo te hacía sentir? Te empeñaste en que yo pesara poco y lo lograste. Te serviste de esas pequeñas cosas que hacen la diferencia entre amar a alguien y amarte a ti a través de los demás. Puedo contar con mis dedos las ocasiones en que buscaste mi mano, las tardes en que te despediste extrañándome, los momentos en que me miraste a los ojos sin titubear. De inmediato recapacitabas, corregías tu debilidad burlándote de mi sonrisa crédula.
El porqué me resignaba lo sabías: era una tonta enamorada. Pero, si yo era tan poco para ti, ¿a qué seguir conmigo? Nunca lo dijiste y no caeré en la ingenuidad de creer que era porque me querías. Me parece más verosímil pensar que yo era una manía, un trofeo o una evasión. Como ves, me acostumbraste bien a buscarte motivos que nada tuvieran que ver con el afecto. Además, nunca hablabas en primera persona, siempre eran las circunstancias, el momento, los demás. Nunca dijiste "no te amo", "no quiero estar contigo", "esto no me interesa". Te faltó valor o te sobró cinismo. Cómo saberlo... Solo sé que esa última mañana desperté con un grito al soñar que caía en un abismo en el que nadie me esperaba. Te lo dije llorando y los dos vimos nuestra oportunidad de escapar.
Hoy hace demasiado frío. Los gatos buscan allá afuera algo de sol que los entibie. Salgo a la calle por necesidad y me descubro sonriendo ingenuamente. Me permití pensar en ti para dejar salir mi tristeza, mi rencor, mi amargura acumulada y me encuentro dejándome llevar por la delgada dulzura de unos recuerdos casi inventados. Me asusta encontrarte un día y no poder ocultar lo vulnerable que soy al sonido de tu voz, al gesto de tu boca, a tu risa a medias. También me asusta la posibilidad de verte y no sentir nada. Eso querría decir que una parte de mí está perdida y me sentiré como una inválida sin ella. No sé cómo será ese día, pero hoy debo gritarte que te vayas, que dejes de acecharme en mis días tranquilos, que salgas de mis sueños, que ya no agotes mis ilusiones. Renegaré de mí con tal de dejarte atrás, voy a darte la espalda y huiré también de mi memoria, pero no puedo, no puedo...
Hoy hace demasiado frío. Es el que me dejaste por dentro.
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7 comentarios:
Hay ocasiones en que me dejas sin palabras, entonces sólo quedan suspiros y una que otra lágrima.
Te quiero.
Al igual que gracielita, yo también me quedé sin palabras, mon amie. Espero que te sientas un poco más animada. Te mando un abrazote y un besto enorme.
Los quiero, ahora pásenme un sueter :)
Yo te presto uno, pero sólo si prometes que no nos vas a dejar de contar tus historias.
Hecho :)
Creo que sirven mejor los abrazos que los sueteres
Mis amigos me arropan con cariño.
Gracias por el tuyo.
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