jueves, abril 26, 2007

sin título

Retraso todo lo posible el momento de dejar la cama. Nunca amanece bien para el que durmió con hambre. Froto las manos delante de la hornilla. Miro el agua hasta que las burbujas, perezosas, suben a la superficie. "Con un poco de azúcar el cerebro no dejará de funcionar", decía mi padre. Pero hoy, a mi corazón, ¿qué le daré?

4 comentarios:

Gracielita. dijo...

Ese día yo le dí lagrimas, aunque creo que fue mucha sal para mi corazón.
El cerebro no deja de funcionar con un poco de azúcar, pero creo que mi corazón si dejó de hacerlo con un poco de sal.

Que tristes días, y más porque en esta melancólica ciudad el calor no quiere regresar. (Y a mí que al contrario de ti, me gusta más que el frío)

¡Pero lo que importa es que te quiero mucho, mucho!

Anónimo dijo...

Hay que darle esperanza, mon amie. Un poco de esperanza.

Saludos lluviosos desde Lyon.

Gracielita. dijo...

De pronto comenzó a "ponerle onda", y eso me dejó sorprendídisima, estupefacta, patidifusa. En eso estamos, si, si, si, pero quien sabe.
Aplicaré el: "Eres re tonto".

Te quiero!

Grimalkin dijo...

Grace:
Yo tampoco entiendo nada, peque, y preguntarles directamente no sirve de mucho.

Darth Tradd:
No es mala idea, lástima que no la venden en la tienda en bolsitas de medio kilo.