Deliro en silencio durante meses. Mi cama está llena de sudor frío con olor a almendras. Veo ríos, selvas, costas y bosques envueltos en una noche de estrellas desconocidas y augurios amargos. Siento, pero no existo. Vivo, pero no sueño.
Cansancio de puta experimentada que no se ha visto reflejada en los ojos de sus amantes. Aburrimiento de niña vestida de olanes que sostiene un cerillo encendido en medio del trigal de su padre. Rabia de mujer que se acomoda la ropa macilenta en un parque solitario. Hastío de partera que manosea sin gracia entrañas de niñas asustadas. Sopor resignado de muchacha prometida a novio torpe. Amarguara de matrona que cada noche abre las puertas de su casa y brinda con desconocidos que no saben su nombre. Miedo de adolescente que amanece sola y se adivina preñada. Melancolía añeja de monja abandonada para siempre en el altar.
Capas y capas de lujuria incomprendida. Sabemos el final, intuimos el principio. Suplico, ruego, pero no me es dada la locura de los que sonrientes caminan al precipicio. Pido, imploro, pero no se abre ante mí el abismo de los que nada desean. Matar antes que morir. Todo es un castigo de lágrimas secas por pronunciar un te extraño sin haber escuchado nunca un te quiero.
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2 comentarios:
Grimalkin, amiga mía, me gustó mucho este último post. Sobre todo el segundo párrafo. ¿Puedo atreverme a robarte la frase 'Sopor resignado de muchacha prometida a novio torpe'? Me gusta para un título de un cuento. Ultimamente me ha regresado la inspiración, justo cuando más trabajo tengo.
Animo, que los delirios no te atormenten.
Un beso.
Qué halago, señor, propiciar su inspiración.
Un beso también, desde mi corazón sin tormento.
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