Cuando abro los ojos por la mañana suelo tener fresco el sueño que tuve durante la noche. Si el recuerdo es agradable, cierro los ojos un momento más y saboréo las imágenes, las voces, las sensaciones, cualquier cosa que pueda rescatar antes de que todo se me escape como agua entre las manos. Si tuve una pesadilla, recuerdo con no poca sorpresa que dentro de mì se encuentra el mayor dolor, el miedo infinito. En ambos casos, termino saliendo de la cama para darle paso a mi vida. En pocos minutos, el sueño se desvanece y nunca albergo la esperanza de repetirlo o de no volver a tenerlo.
Solo sigo adelante.
viernes, noviembre 24, 2006
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