sábado, noviembre 03, 2007

Día de muertos (III)

Yo no sé porqué le hice caso a la promotora de la delegación Gustavo Adolfo Madero cuando dijo que con motivo de los días de muertos detrás de la Basílica de Guadalupe iba a estar abierta una sección que usualmente se encuentra restringida. Además de ese dato, que resultó ser falso, me animaba a ir otro de caracter histórico, que también resultó ser mentira. El caso es que el viernes por la tarde me lancé para allá.

Nunca había estado en la Basílica. Si acaso, en algún pretérito remoto me habrán llevado mis padres. Por mi cuenta ya le había pasado por los cuatro costados pero nada más. Es impresionante el terreno de que dispone, la vista desde lo alto del cerro es muy buena y debe ser una experiencia completamente fuera de este mundo estar allí en 12 de diciembre. No lo digo por el aspecto místico o religioso, sino por imaginar la cantidad de personas que se necesitas para atascar ese lugar.

Decidí empezar por la parte de atrás, así que comencé el ascenso al cerro del Tepeyac por el lado oeste. Lo primero que se ve es el cementerio, al cual no pude entrar porque llegué después de las 4 de la tarde. Incluso si hubiera llegado antes no me hubieran dejado pasar porque estos días solo se permitieron visitas familiares, como si del reclusorio se tratara.

Luego me puse a maldecir a Francisco de Icaza Dufour, que es su biografía sobre Miguel López de Legazpi menciona que el capitán del patache San Lucas, Don Alonso de Arellano, se apartó de la expedición comandada por Legazpi para llegar antes que éste a las Filipinas. A su regreso a la Nueva España fueron atrapados por una tempestad, por lo que Arellano prometió a la Virgen de Guadalupe llevarle las velas de la embarcación si los salvaba del naufragio, lo cual cumplió después de atracar en el puerto de la Navidad en agosto de 1565. De Icaza asegura:
... aún puede verse en el cerro del Tepeyac el mástil del patache San Lucas, recuerdo a la vez de un milagro y de una traición.
Esto fue escrito hace no más de 15 años, ya que en la bibliografía del texto se incluyen obras publicadas en la década de los noventas. No tengo el dato preciso porque este libro de la editorial Planeta DeAgostini ni colofón tiene. El punto es que las velas que supuestamente Arellano llevó al cerro del Tepeyac y que yo quería ver no están ahí ¡desde 1942! En su lugar hay una cosa muy fea de cemento que pretende parecerse a un mástil con velas.

Yo creo que De Icaza bien pudo haberse dado una vuelta a corroborar el dato que tan flamantemente anuncia. De paso se hubiera enterado que la iglesia, o quien sea que haya puesto la placa que acompaña la "réplica", señala que las velas originales pertenecieron a un barco que entró a salvo en Veracruz, puerto que nada tiene que ver con el Pacífico.

Por completitud y porque no pienso volver, decidí ver todo lo demás que había por ahí. Tomé algunas fotos, ahí se las dejo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mugres libros españoles, nunca ponen colofón.

Grimalkin dijo...

Me parece una omisión imperdonable. Chafas.