martes, octubre 31, 2006

¡Quiero un novio!

Sensual como D, inteligente como E, vagabundo como I, lindo como A, guapo como M, bailador como U y, si no es mucha molestia, que le gusten los gatos.

Jajaja. Mejor me voy a dormir :)

domingo, octubre 29, 2006

Planes fallidos

Esa fue la impronta del fin de semana.

Primero fue por dejar todo para la mera hora.
Desde hace unos días tenía ganas de ver Los motivos del lobo y decidí intentarlo ayer, en el penúltimo día de la temporada. Me quedé con las ganas porque todas las localidades estaban agotadas, las del domingo incluidas. Chale I. ¡¿No que nadie va al teatro?! Pero ya que andaba por Chapultepec aproveché para ir al Mariposario, al Insectario, visité al Panda rojo y me chuté la exposición de El Universal que está en las rejas de Reforma. (Si no pueden con el frío que ha estado haciendo estos días, vayan a la primera parada porque está calientito y húmedo)

Después fue por no informarme bien.
Llevaba días diciéndole a todo el mundo que este sábado iba a ser la fiesta de San Judas Tadeo. Y no es que yo sea devota ni nada por el estilo, pero hace un año alguien, que seguro se está muriendo de la risa en este momento, me dijo que, aparte del caos que arman los feligreses afuera de la Iglesia de San Hipólito (Paseo de la Reforma esq. Avenida Hidalgo), organizan un baile de proporciones apoteósicas que se pone muy bueno y que además es gratis. Genial. Mi cuate el arquitecto me estuvo ayudando a armar el itinerario de mi viaje sudamericano hasta las 12 de la noche y a esa hora nos lanzamos a la pachanga. No le vimos ninguna bronca porque ni modo que se fuera a acabar temprano. Llegamos por el rumbo y nos pusimos a preguntar entre los pocos puestos de comida que aún quedaban: "Uuuuy, joven. Aquí nunca hacen baile." Chale 2. Yo no me aguantaba la risa ante tal revelación. Acabamos jugando billar en el Bonfer (16 de septiembre y Gante, altos) hasta que nos corrieron a las 2 de la mañana. (Pidan el café del lugar. No sé que le ponen, pero acabas más loco con un capuchino que con dos cervezas.)

Y la tercera fue por flojera.
El chavo que me da clases de violín me invitó al concierto que Markov dió esta mañana en el Conservatorio. Me dijo que gracias a sus contactos en el bajo mundo (musical, por supuesto) podíamos entrar antes a la sala y toda la cosa. Hasta adelantamos la clase de hoy para que nos lanzáramos con buen tiempo y no tuviéramos problemas. Pese a la desvelada, me levanté temprano (absurdamente temprano, porque me olvidé del cambio de horario) y me puse mis mejores galas. Cuando llegó, le pregunté "¿Listo para el concierto?", "¿Cuál concierto? Ah, fui el jueves". Chale 3. Y todo porque hoy tenía que ir a recoger su refrigerador. La verdad es que no quise ir sola hasta Polanco. Mejor me fui al Franz Mayer a ver la World Press Photo de este año. Como bono extra, me encontré a un chico que estaba dando abrazos gratis. Me tocó uno.

Estuvo chido, ¿no?

viernes, octubre 27, 2006

Cuando me enojo...

pongo a los Red Hot Chili Peppers a todo volumen.

Me estoy reventando los tímpanos.

jueves, octubre 26, 2006

Sábado a las 3:00

Me gustaría encontrarte al salir del teatro. Caminar contigo a la luz del día, en silencio quizá, pero sin sentirnos incómodos. Reconocer que hasta hoy hemos compartido mucho (placer, sueños), pero que ya no hay nada más por delante. Hablar sin miedo y escuchar con el corazón abierto. Dejar de luchar, deponer las armas y sólo compartir este último instante juntos. Pensar en el futuro del otro con gusto, aún sabiendo que no estaremos presentes.

Y despedirnos, por una vez, con un beso y un abrazo.

miércoles, octubre 25, 2006

Indeterminación

Al despertar encontré junto a mí una caja que en grandes letras decía Schödinger. La miré sin saber qué era lo que deseaba encontrar dentro. Cuando tomé una decisión, la abrí, pero el gato ya no estaba.

martes, octubre 24, 2006

Colgué el morral

  • Si hablo en inglés conmigo misma
  • Si no quiero practicar con mi violín
  • Si pasan dos días sin que tienda mi cama
  • Si prendo la tele al llegar a casa
  • Si empiezo a comer de más
  • Si me duermo apenas entro en la cama
  • Si miro el reloj muy a menudo
  • Si empiezo a acumular cosas
  • Si pospongo mis planes (procrastination, that’s a word)
  • Si siento que la semana ya se acabó cuando apenas es martes
  • Si me entristezco por cosas que debieran enojarme
  • Si no puedo parar de leer aunque el libro no sea muy bueno
  • Si fantaseo demasiado con el futuro
  • Si borro teléfonos de mi celular
  • Si hago listas (como ésta)
Significa que mi serotonina se encuentra por los suelos.
Baños de sol y abrazos. Esa es la solución.

domingo, octubre 22, 2006

Tristeza

Mi familia ya no es lo que era.

miércoles, octubre 18, 2006

Soplando a un diente de león

Algunas personas se vuelven tristes cuando son aún terriblemente jóvenes. Sin motivo especial, parece. Casi como si hubiesen nacido así. Se lastiman más fácilmente, se cansan más pronto, lloran más, y recuerdan más. Y, como digo, se vuelven más tristes antes que nadie en el mundo. Lo sé, pues soy uno de ellos.

- Ray Bradbury
El vino del estío

martes, octubre 17, 2006

Me anoté un punto

A media clase de Análisis Multivariado, el Nokia 1220 recibe un mensaje. Me sorprendo al leer "Te extrano". Curiosa, reviso el remitente. Reconozco el número, pese a que lo creí olvidado. No sé porqué, me gana la risa. De inmediato y sin más, lo borro.

lunes, octubre 16, 2006

Noche cerrada

Cuando cayó el telón yo seguía clavada en el asiento. Era tal mi emoción que ni siquiera atiné a aplaudir. Seguía atravesada por el dolor del Duque de Ferrara, el final repugnante de Casandra y, sobre todo, por el abismo de soledad y abandono que se cerró sobre el Conde Federico justo antes de ser asesinado.

Al principio, mi poca costumbre a la forma, a los versos y al lenguaje, entorpecieron mi entendimiento. Poco después ya me movía junto con esos personajes que iban de un lado a otro de ese escenario tan desnudo, con apenas una silla y un piano.

Mujeres utilizadas y volubles, hombres poderosos e insensibles, hijos melancólicos pero resueltos. Todo estaba allí, la tragedia era inminente. Yo deseaba, rogaba que el conflicto tuviera otra salida, que existiera otra solución. Pero el hombre se impuso al padre y el honor rebasó al amor. Ahora por Ferrara rondan los fantasmas de dos amantes insensatos y del hombre que tomó sus vidas sin el consuelo de ofrendar la propia.

domingo, octubre 15, 2006

Cambios (chiquitos)

Le acabo de meter mano a la plantilla de este blog para decir un poco más de mí. También tengo ganas de cambiar algunas cosas en la página donde se ponen los comentarios pero eso me llevará más tiempo.

Ahora salgo corriendo al Centro Cultural Universitario. Ojalá alcance buen lugar.

sábado, octubre 14, 2006

In my life I love you more

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que The Beatles musicalizaron totalmente el final de mi infancia. Si bien es cierto que oía otras cosas cuando era chiquita, el cuarteto de Liverpool es lo que realmente perduró en mi ánimo y no solo en mi memoria.

Mi papá era fanático absoluto. Cuando se fue de la casa dejó, no sé si por descuido o por desidia, una caja de LP's que había comprado en el Reader's Digest. "La caja de The Beatles" decía y estaba pintada como si fuera de madera y tenía sellos y leyendas como si hubiera sido enviada por correo. Por aquél entonces yo le tenía algo de fobia al tocadiscos, siempre temía ir a rallar los discos con la aguja y me desagradaba el sonido plano y monótono que hacía cuando el disco se acababa. Tampoco me le acercaba porque no tenía ganas de oír nada en esa temporada. Pero mi hermano sí se clavó con esos discos, los ponía una y otra vez. También grababa casets con sus canciones predilectas y su método me daba risa: hacía papelitos con los nombres de las canciones y las grababa según el orden en que las fuera sacando.

Lo mejor era cuando se ponía a cantar como loco. A veces yo entraba a la casa y lo encontraba con una botella de catsup a modo de micrófono, brincando de un lado a otro. Me decía: "Ándale, Bebunker, ponte a hacer los coros" (creo que todavía no me decía Bebunker, pero no recuerdo cómo me decía antes de eso). Yo agarraba la mayonesa o lo que hubiera a mano y a darle: "Obla-di obla-da life goes on".

Así era siempre. Eleanor Rigby y ese arreglo de cuerdas increíble, Help con esa entrada que me hace pensar en el Avispón Verde o en Batman, A Hard Day's Night para los días carrereadísimos, She's Leaving Home me hacía llorar, Lucy in the Sky with Diamonds era para cantarse a todo pulmón, Because fue a la primera a la que le entendí que decía. Mi primer novio me regaló una cinta que empezaba con Oh! Darling, no obstante lo cual le partí el corazón a la semana de andar juntos. En fin. La versión de Yesterday que recuerdo es la de aquella presentación en un teatro londinense a la que asistió la realeza británica. Jonh pide al auditorio de los asientos más lejanos que aplaudan y al resto que agiten sus joyas. Sale Paul al escenario con su bajo y hace la interpretación más sentida del mundo. Mientras el público estalla en aplausos y sollozos, sale Jonh otra vez y le ofrece a Paul un ramo de flores, quien las acepta emocionado, pero al darse la vuelta para salir, Jonh se queda con la parte de arriba y él ya no sabe qué hacer con las ramitas que le quedaron en la mano.

Pasó el tiempo y no sé cómo un día mi hermano y yo acabamos peleándonos por algunas cosas. Estábamos repartiéndonos la herencia a los 14 años y lo que yo recuerdo es una discusión bastante amarga en la que "La caja de The Beatles" y otras cosas estaban de por medio. Su argumento para quedárselas era que a mí nunca me habían gustado, que yo ni ponía los discos. Yo no sabía cómo decirle que sí me gustaban, pero que lo importante para mí era que él los pusiera, que él los grabara, que él me animara a cantar a su lado. En un acceso de rabia adolescente, generado por la impotencia de no poder sincerarme con él, creo haberle dicho algo realmente hiriente. Él bajó los brazos y decidió dejármela. Pero así, dividida, ya no me servía de nada.

Imagino que esos discos estarán en Cuautla, entre cantidad de cosas que hace mucho no veo. Cuando escucho a The Beatles siento lo que era ser chica y pasar del llanto a la risa en un instante y de vuelta al llanto otra vez. También pienso en él, en ese muchacho flaco y sonriente que olvidaba que el mundo se estaba yendo al carajo con solo poner una de sus canciones.

viernes, octubre 13, 2006

Como Cristóbal Colón

He hecho un descubrimiento. Si estoy feliz, no posteo. Y es que llevo como dos horas con el chincualo (¿así se escribe, Alma?) de postear y nomás no me inspiro. Y sí, estoy feliz: salí bien en mis exámenes de esta semana, he estado practicando muchísimo con mi violín y he hecho grandes progresos, sigo preparando mi viaje a Sudamérica, he estado llendo al teatro y al cine, hoy cené riquísimo con mis tíos, mi mamá está re'bien, mi sobrina es una chulada y, para colmo de la felicidad, mi falda rosa se me ve divina.

¿Entonces? Entonces nada. A dormir como niña buena y a cambiarle de canal, porque quiero seguir aquí, con ustedes, pero sin recurrir a la depre.

martes, octubre 10, 2006

Esperando a ver de qué se trata

Acabo de ver "Beckett o In Godot we trust" en el teatro Carlos Lazo de la UNAM. Debo confesar que de Samuel Beckett no he leído ni media página. Antes de hoy solo sabía que este año se celebra el centenario de su nacimiento y que su mirada es penetrante como pocas.

Entré con cierto resquemor al teatro porque Ale me acompañó y yo no sabía a ciencia cierta de qué se trataba lo que íbamos a ver. Creo que me preocupaba más que no le fuera a gustar a ella y no que no me fuera a gustar a mí. Pero nos fue muy bien. Vimos cuatro episodios sobre personajes que esperan a alguien que nunca llega. Según el programa de mano, así podría describirse la anécdota de "Esperando a Godot", la mejor obra de Beckett según los críticos.

Mi relato favorito fue, con mucho, el del trío de pollos que espera con ansiedad la llegada de El Coronel (Ja). Pero los pollos no saben mero para qué y tardan en caer en la cuenta de su cruel destino. Si consideramos que se llaman No sé, No entiendo y No me acuerdo y que están hechos de estropajo, es fácil entender porqué nos estábamos muriendo de la risa. Sin embargo, su condición se va deteriorando y terminan provocando angustia, ya no sabes si reir o llorar. (Me acordé del video de "Aún más" de Miguel Bosé, que no por nada salío en el mismo año que "La Isla".)

A otro episodio le puse mención honorífica. Trata sobre una pareja de oficinistas que esperan a que su jefe patán baje y les resuelva su asunto y mientras tanto se endrogan comprando un montón de chucherías que no sirven para nada. Inevitable pensar en "El presupuesto", de Benedetti. También recordé cómo era mi vida hace menos de dos meses. Y es cierto: pasar mucho tiempo en una oficina de gobierno puede trastornar tu mente. Qué bueno que ya estoy a años luz de distancia.

Los otros dos, más o menos. Su común denominador fue transcurrir de madrugada en un barrio peligroso de esta ciudad. Supongo que por eso no me gustaron, había algo entre moralino y reinvindicador en sus tramas que no terminó de convencerme.

No sé qué quieran decir esas referencias ligeras que me venían a la cabeza: mi percepción es simplista y mi reduccionismo bárbaro, no hay nada nuevo bajo el sol o Luisa Josefina Hernández (la niña aplicada del teatro nacional) está perdiendo el toque. En fin.

De cualquier forma nos pasamos dos horas muy buenas. Para el viernes no sé qué vayamos a hacer. Ale vota por "Noche de Califas". Yo, por completez, quiero ver a Lope de Vega.

sábado, octubre 07, 2006

Acabé en Taxco

Estoy rendida. De regreso pasé con mis tíos para convidarles del queso, los hongos y el pan que traje. Cenamos riquísimo. Me voy a dar un baño y me voy a meter a la cama con José, porque está chipil.

Hoy sí voy a dormir como un bebé.

Propósito

Faltan 20 minutos para que den las 5 de la mañana. Voy a bañarme para ir a ver el amanecer en el lugar más lejano que pueda.

viernes, octubre 06, 2006

Antes de apagar la luz

Cuando mi mamá era una niña, su abuela le contaba historias de fantasmas a ella y a sus hermanos a la luz de una vela. Todos la escuchaban con gran emoción, apiñonados en un rincón para sentir menos miedo. Luego los mandaba al baño, que era una letrina que estaba al final de un terreno sin alumbrado. El gusto de María Bazán era dejarlos avanzar todos juntitos hasta el punto más oscuro y luego gritarles "¡Ahí viene el diablo!" para ver a sus nietos correr en todas direcciones como pollitos espantados. A veces le dolía la panza de tanta risa. Después abrazaba a sus nietos y los cubría de besos prometiéndoles que no los asustaría más. Pero a la noche siguiente volvía a hacer lo mismo.

Imagino que mi gusto por los cuentos de espantos es heredado. Esa presión en el pecho, los latidos cada vez más acelerados y ese silencio casi absoluto en el que crees escuchar un zumbido que pronuncia tu nombre. Todo eso está muy bien para leerlo en un libro, para que alguien te lo cuente, pero otra cosa es vivir así. Atisbar a alguien en el fondo de la habitación un instante antes de apagar la luz, sentir una mirada penetrante en la nuca o escuchar pasos que suben por la escalera. Sentir que están a punto de tomar tu mano, de tocar tu hombro, de susurrar en tu oído y saberte completamente solo. Así es vivir en este lugar que estuvo vacío por años porque la gente no soportaba esas insignificancias. Unos las aguantaron mejor que otros pero ninguno de los inquilinos anteriores pasó de los tres meses. Una señora gritaba todas las noches que estaban a punto de alcanzarla, que ya subían por la escalera e iban a matarla. ¿Quienes? Uno de mis vecinos, un niño hace 30 años enmudeció por meses después de haberse asomado a la ventana.

Después llegó mi madre y no dejó de sorprenderle que un lugar tan grande y bien ubicado estuviera siendo rentado por tan poco, pero nadie le dijo nada y ella estaba demasiado apurada como para ponerse a averiguar. Y a todos, mis padres, mis tíos, poco a poco les fue ocurriendo algo. El común denominador era la inmovilidad total ante una visión que nadie más tenía; la frustración y la impotencia de no poder pronunciar palabra mientras sentían como si una brea estuviera adentrándose en sus mentes. Los demás veían cómo un sudor frío recorría sus rostros palidísimos, pero nada más. Los afectados ni siquiera podían balbucear y algunos terminaron por desmayarse.

Intentaron los métodos convencionales para estos casos: rosarios, agua bendita, veladoras consagradas. Nada. Después de muchos intentos infructuosos, la abuela de mi madre llevó las cosas a las ligas mayores. Podía conseguir un trozo de Cirio Pascual, pese a que es penadísimo cortarlo. Solo faltaba un cura que aceptara usarlo y realizar así una especie de exorcismo. Cuando mi madre lo encontró le explicaron que el ritual sellaría la casa por completo, ningún espíritu ni bueno ni malo podría entrar. Para ese entonces María Bazán y mi tío Alfredo habían muerto y mi madre no quiso dejar a su abuela y a su cuñado fuera. Decidió dejar las cosas por la paz y aceptar lo que pudiera ocurrir. Con el tiempo las cosas se fueron calmando, aunque no del todo: en un día de muertos las alacenas amanecieron abiertas y con los trastes cambiados de lugar; en otra ocasión a uno de mis primos lo despertó un niño que lo invitaba a ir a jugar. Después todos nos mudamos y el hermano de mi madre que se quedó aquí no volvió a tocar el tema.

Pero hay días en que José observa fijamente en una dirección mientras su lomo empieza a erizarse y yo no me atrevo a mirar. Hay ocasiones en que siento como si alguien avanzara hacia a mí en la obscuridad absoluta. A veces tengo miedo de correr la cortina del baño o de mirar sobre mi hombro. No pasa una semana sin que sienta que alguien está oculto en el cubo de la escalera. Hay noches en que despierto y creo escuchar ese zumbido a lo lejos, a punto de llamarme.

Me gustaría pensar que María Bazán me está asustando despúes de contarme una historia, que se está riendo de mí y que después va a llenarme de besos. Pero si es así, si se trata de ella, lo volverá a hacer mañana.

martes, octubre 03, 2006

22 de septiembre

No hay día que no piense en lo que dije y no debí, lo que pude haber dicho y no me atreví. Las mil posibilidades de lo que pude haber hecho a partir de cada uno de los momentos de ese día: cuando me levanté, cuando estuve a punto de llamar por teléfono, cuando salí de la galería, cuando entré al antro, cuando salí de ahí, cuando estuve pateando piedras y llorando en Reforma, cuando llegué a mi casa y (oh, por dios) cuando volví a salir.

Recién estoy viviendo la noche número 11 del año y sé que ese torbellino que a veces ataca mi cabeza no tiene sentido. Pero intentar acallarlo es inútil. Lo mejor que puedo hacer es rodearlo sin prestarle atención para seguir con todo lo demás, que es más importante y por mucho. Aunque a veces no puedo, el dolor y la humillación me invaden y no encuentro la salida.

Tardé en aceptar que esta historia nunca tuvo nombres propios. Sólo se necesitaba alguien que ofreciera una evasión y alguien más que pareciera estar escuchando, poniendo atención. Ambos hubiéramos aceptado a casi cualquiera de contraparte. Pero esto no ocurrió con nadie más, ocurrió con nosotros y después de tanto tiempo, tantas historias, tantas idas y vueltas (capítulos, les decías) ya estamos indeleblemente grabados en la memoria del otro. Sé que no estás sólo ahí, pero todos los días me propongo desterrarte de todos los demás sitios. No quiero conservarte en ningún otro, carece de sentido.

Una vez más falté a mi palabra: ya no sonrío cada que pienso en ti.