Qué suerte. Y por sólo 90 pesos... Hasta hace un par de semanas no sabía nada de la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolivar, pero decidí atender la recomendación de un amigo y compré mi boleto el martes para la presentación de hoy en Bellas Artes, a las 8 de la noche. Ayer vi un encabezado sobre cómo estaban haciendo de las suyas y comencé a sentirme realmente impaciente.
El concierto empezó un poco tarde. Los músicos entraron al escenario poco a poco, se acomodaron con calma, sonriendo. Su juventud resultaba apabullante y contrastaba con la ausencia total del nerviosismo que podría esperase en intérpretes tan jóvenes, de aspecto adolescente.
Las primeras notas de la suite de West Side Story me impresionaron. El sonido de esta orquesta lo llena todo, golpea como una ola. Es compacto, como una muralla. Habrá quien pueda calificar como menor dentro de la música sinfónica esta obra de Bernstein, pero utiliza ampliamente los recursos de una orquesta. Además es movida, rica, llena de cambios y matices. Divertida en una palabra, y los chicos la sentían y transmitían así.
Siguió la Quinta Sinfonía de Mahler. Confieso que estuve perdida la mayor parte del tiempo. Aunque no entendí gran parte de la obra las cuerdas me hicieron muy feliz. Pese a todo, con ver a Gustavo Dudamel ya tenía bastante. Dirige con sentimiento, escucha con calma, no usa partitura y su extraño cabello rebota acompasadamente junto con la música y su respiración.
El público se puso de pie de inmediato. Dejando de lado la calidad de su interpretación, que nadie les discute, yo les aplaudí por mostrarse entusiastas ante su propio trabajo. Ya antes me han tocado orquestas, buenas y malas, con gente que se solo quiere salir del compromiso y marcharse. No sé si la diferencia radique en su edad o en su formación, pero se los aplaudí sinceramente.
Este concierto es una pequeñísima muestra de lo que puede lograrse cuando los proyectos involucran seriamente un factor que a muchos les parece de poca monta: planeación de largo plazo. Estos cuates no están conquistando escenarios por su trabajo reciente. Su éxito está cimentado en 30 años de esfuerzo de otros intérpretes y directores. Sus resultados tampoco se deben al arrastre de una sóla figura, Dudamel en este caso. Él abandonará a la agrupación en un par de años para dirigir la Filarmónica de Los Ángeles y seguramente habrá alguien que lo sustituya con gran dignidad. Además el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela está formando ya a los músicos que escucharemos en las salas de concierto internacionales dentro de unos años. La gente se irá pero el proyecto seguirá vivo, sin sufrir mella, porque está planificado para ser realmente duradero.
A fueza de aplausos hicimos salir al director varias veces. Éste caminaba entre sus músicos, felicitándolos vivamente, estrechando sus manos, bromeando con ellos. Hizo que cada sección se pusiera de pie para ser ovacionada particular y merecidamente.
Fuera de programa, la Simón Bolivar interpretó cuatro piezas adicionales que hicieron estallar al público. El Danzón No. 2 de Arturo Márquez, a quien Dudamel dedicó el concierto desde un principio, Alma Llanera, que puso a cantar a los muchos venezolanos que había en Bellas Artes, y el Huapango de Moncayo. Cuando creíamos que este concierto de por sí largo había terminado definitivamente remataron con un movidísimo Mambo en donde bailaron hasta ellos.
Hacía mucho que no se me ponía la piel chinita. De verdad, qué suerte.
jueves, noviembre 15, 2007
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