lunes, junio 09, 2008

¿Cómo iba eso del enemigo pequeño?

El viernes pasado soporté perfectamente una cirugía ocular correctiva, rápida y con varias etapas. Primero me abrieron los párpados con adhesivos y pinzas. Ojalá hubiera podido verme con mi look de Alex Burgess. Luego rebanaron sendas secciones de mis córneas, sin separarlas del todo. Si así lo hubieran hecho mi topología hubiera quedado indemne, pero otra vez le di en la torre. Levantaron esas tapas dejándome los ojos como almejas abiertas, listas para echarles limón, y me cincelaron a gusto con un láser. Con ésto no sólo corrigieron el tamaño y la curvatura de mis glóbulos oculares, también me dieron oportunidad de comprobar que la propia carne despide un olor dulzón cuando la queman. Por último regresaron las tapas a su lugar y las alisaron con algo parecido a un trapeador en miniatura.

Me negué a abrir los ojos las 18 horas siguientes, pero de ahí no pasó. Lo más cercano al dolor que llegué a sentir en todo ese tiempo fue el escalofrío que me produjo el sonido del microtomo y sólo porque suena igualito al torno del dentista. Ni siquiera me dolió la cabeza. Además me divertí sintiendo los ojos pegados y quitándome las lagañas a la mañana siguiente. Fue todo. Incluso disfruté la ceguera momentánea que padecí en alguna parte del procedimiento, aunque no recuerdo en cuál.

Pero hace un rato que me revisó el médico, decidió remediar la preocupante resequedad de mis ojos taponándome los lagrimales. Qué bueno que esta vez no me explicó nada de lo que me iba a hacer porque me hubiera negado de plano. Despertó mis suspicacias cuando lo vi acercarse con unas pinzas que sostenían algo muy parecido a la puntilla de un lápiz. Antes de que pudiera reaccionar ya estaba intentando meter ese palillo justo por donde cabía. Ahora que lo pienso me doy cuenta porqué el condenado tardó tanto y terminó haciéndome doler todo: el condenado se la pasaba haciendo movimientos verticales con las pinzas cuando el canal a obstruir ¡es horizontal! Llevo un buen rato sin aguantar la cabeza y me duelen mucho los huesitos de los pómulos y las cejas. Siento los ojitos terrosos y, para colmo de males, la resequedad sigue igual. Ojalá esto mejore mañana, porque ahorita no me soporto ni yo.

Por fortuna los tapones son de colágeno y van a disolverse en 15 días, porque repartiría unas cuantas patadas si tuvieran que acercarme una jeringa al ojo para aplicarme agua a presión y sacármelos por la garganta. Ugh.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querida lic, nada más de leer el tercer párrafo me da escalofrío. Espero que se sienta un poco mejor hoy, ¿le apetece un té para iniciar bien el día?

Un beso.

Grimalkin dijo...

No se quede ahí, mi estimado. Píquele al link y acceda a otro nivel de terror. No olvide tener a la mano un té de tila, porque lo va a necesitar.