sábado, octubre 14, 2006

In my life I love you more

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que The Beatles musicalizaron totalmente el final de mi infancia. Si bien es cierto que oía otras cosas cuando era chiquita, el cuarteto de Liverpool es lo que realmente perduró en mi ánimo y no solo en mi memoria.

Mi papá era fanático absoluto. Cuando se fue de la casa dejó, no sé si por descuido o por desidia, una caja de LP's que había comprado en el Reader's Digest. "La caja de The Beatles" decía y estaba pintada como si fuera de madera y tenía sellos y leyendas como si hubiera sido enviada por correo. Por aquél entonces yo le tenía algo de fobia al tocadiscos, siempre temía ir a rallar los discos con la aguja y me desagradaba el sonido plano y monótono que hacía cuando el disco se acababa. Tampoco me le acercaba porque no tenía ganas de oír nada en esa temporada. Pero mi hermano sí se clavó con esos discos, los ponía una y otra vez. También grababa casets con sus canciones predilectas y su método me daba risa: hacía papelitos con los nombres de las canciones y las grababa según el orden en que las fuera sacando.

Lo mejor era cuando se ponía a cantar como loco. A veces yo entraba a la casa y lo encontraba con una botella de catsup a modo de micrófono, brincando de un lado a otro. Me decía: "Ándale, Bebunker, ponte a hacer los coros" (creo que todavía no me decía Bebunker, pero no recuerdo cómo me decía antes de eso). Yo agarraba la mayonesa o lo que hubiera a mano y a darle: "Obla-di obla-da life goes on".

Así era siempre. Eleanor Rigby y ese arreglo de cuerdas increíble, Help con esa entrada que me hace pensar en el Avispón Verde o en Batman, A Hard Day's Night para los días carrereadísimos, She's Leaving Home me hacía llorar, Lucy in the Sky with Diamonds era para cantarse a todo pulmón, Because fue a la primera a la que le entendí que decía. Mi primer novio me regaló una cinta que empezaba con Oh! Darling, no obstante lo cual le partí el corazón a la semana de andar juntos. En fin. La versión de Yesterday que recuerdo es la de aquella presentación en un teatro londinense a la que asistió la realeza británica. Jonh pide al auditorio de los asientos más lejanos que aplaudan y al resto que agiten sus joyas. Sale Paul al escenario con su bajo y hace la interpretación más sentida del mundo. Mientras el público estalla en aplausos y sollozos, sale Jonh otra vez y le ofrece a Paul un ramo de flores, quien las acepta emocionado, pero al darse la vuelta para salir, Jonh se queda con la parte de arriba y él ya no sabe qué hacer con las ramitas que le quedaron en la mano.

Pasó el tiempo y no sé cómo un día mi hermano y yo acabamos peleándonos por algunas cosas. Estábamos repartiéndonos la herencia a los 14 años y lo que yo recuerdo es una discusión bastante amarga en la que "La caja de The Beatles" y otras cosas estaban de por medio. Su argumento para quedárselas era que a mí nunca me habían gustado, que yo ni ponía los discos. Yo no sabía cómo decirle que sí me gustaban, pero que lo importante para mí era que él los pusiera, que él los grabara, que él me animara a cantar a su lado. En un acceso de rabia adolescente, generado por la impotencia de no poder sincerarme con él, creo haberle dicho algo realmente hiriente. Él bajó los brazos y decidió dejármela. Pero así, dividida, ya no me servía de nada.

Imagino que esos discos estarán en Cuautla, entre cantidad de cosas que hace mucho no veo. Cuando escucho a The Beatles siento lo que era ser chica y pasar del llanto a la risa en un instante y de vuelta al llanto otra vez. También pienso en él, en ese muchacho flaco y sonriente que olvidaba que el mundo se estaba yendo al carajo con solo poner una de sus canciones.

2 comentarios:

José dijo...

Muy bueno tu Post. Para quienes somos hinchas de The Beatles su música es parte de nuestra historia. Gracias por el post.

Grimalkin dijo...

Gracias. Espero pronto verte de vuelta por aquí.